Los mercados financieros tienen su foco de atención centrado casi exclusivamente en la negociaciones comerciales que mantienen dirigentes  chinos y estadounidenses. Del resultado de éstas, dependerá la evolución no solo de los mercados sino de la economía global.

 Los negociadores chinos y estadounidenses se están enfocando esta semana en producir una descripción general de un acuerdo comercial para que sus presidentes puedan participar en una posible cumbre.

De momento, funcionarios del área comercial de ambos gobiernos están tratando de reducir la brecha aún sustancial entre las concesiones que China está dispuesta a ofrecer y lo que la administración de Trump aceptará.

Las discusiones entre estos funcionarios de nivel medio comenzaron el lunes en el Ministerio de Comercio de China.  A final de esta semana una delegación estadounidense de alto nivel encabezada por el Representante de Comercio Robert Lighthizer y el Secretario del Tesoro Steven Mnuchin sostendrá conversaciones de dos día con el Viceprimer Ministro chino Liu He y su equipo

Ambas partes esperan lograr un marco de un acuerdo con el objetivo de finalizarlo en una reunión entre el presidente Trump y el presidente chino Xi Jinping. La fecha para dicha sesión no se ha fijado. La semana pasada Trump pareció descartar una reunión antes de la fecha límite del 1 de marzo , fecha en la que se impondrían gravámenes arancelarios de hasta un 20%  a importaciones estadounidenses  de productos chinos  por un valor de 200 billones de dólares de no alcanzarse ningún acuerdo que lo evite.

Algunos de los asesores más agresivos de Trump han estado advirtiendo contra la celebración anticipada de esta reunión, argumentando que las expectativas que en el mercado se crearían sobre un acuerdo una vez que se produjera ésta reducirían influencia y su capacidad de negociación. La importancia del desarrollo de estas negociaciones son vitales para el futuro de la economía mundial.

Los mercados siguen con atención cualquier noticia o comunicado que se desprenda de este proceso. El sentimiento general de los inversores se inclina hacia un desenlace racional, es decir hacia un acuerdo  y un fin de la escalada de tensión que en último extremo impondría medidas proteccionistas y acabaría con un largo periodo de libre comercio global.

Pero ese sentimiento no se asienta en fundamentos sólidos sino en la suposición de que los actores participantes tomen decisiones basadas en la racionalidad económica que eviten lo que ya estamos padeciendo desde principios del año pasado, esto es un descenso de la actividad comercial internacional que ha traído consigo una sustancial desaceleración de las economías del plante y  que ha llevado a zonas económicas como Europa al límite.

 No solo se trata del caso de Italia cuya economía venía mostrando evidentes signos de debilidad  y de desequilibrios estructurales desde tiempo atrás, sino que Alemania la primera potencia económica de la Eurozona y el motor de su economía no ha podido resistir a los efectos negativos del descenso de la actividad del comercio internacional motivada por el enfrentamiento entre Estados Unidos y China y en el último trimestre ha publicado una cifra negativa de Producto Interior Bruto, -0.2%, la primera desde 2014 y que puede suponer un anticipo del inicio de un periodo de recesión que sin duda tendría un efecto contagio al resto de las economías europeas, incluida España.

Crecimiento inter trimestral del PIB Alemania
Crecimiento inter-trimestral del PIB Alemania

Las consecuencias del enfrentamiento entre Estados Unidos y China son ya palpables pero de proseguir y acrecentarse el proteccionismo esto no sería nada mas que  el principio de un periodo de recesión económica global.

 Los inversores de los mercados financieros siguen con atención todos estos acontecimientos sin querer creer del todo que se llegue a una situación tan extrema, simplemente por inverosímil, los efectos negativos se extendería a  todas las economías, no habría ganadores en este proceso, todas acabarían sufriendo sus consecuencias. Solo puede haber una explicación, que los objetivos trasciendan del ámbito estrictamente económico y estén dispuestos a pagar un alto coste en aras de conseguir una posición de supremacía política. De ser así esta situación reuniría casi todas las características de un enfrentamiento bélico y haría honor a la denominación de guerra “ comercial”.

Hasta ahora, Pekín se ha mostrado reacia a ceder terreno a los problemas que considera cruciales para mantener el gobierno del Partido Comunista. Entre ellos se incluye la eliminación de los subsidios gubernamentales a las empresas estatales y otras políticas que respaldan su modelo económico dirigido por el estado. Washington considera que estos pasos son esenciales para nivelar el campo de juego para las empresas estadounidenses que operan en la segunda economía más grande del mundo.

Por otro lado funcionarios chinos hablaron de impulsar las compras chinas de productos y servicios agrícolas y energéticos de los Estados Unidos, acelerar los esfuerzos de apertura del mercado de China en sectores como los servicios financieros y la manufactura, y mejorar su protección de los derechos de propiedad intelectual de los Estados Unidos.

Pero las divisiones mas profundas  se han mantenido en temas como la manera en que Beijing puede abordar las reclamaciones  de Estados Unidos acerca de las presiones chinas a las compañías de Estados Unidos para compartir tecnología, y lo que Washington llama las políticas industriales proteccionistas de Beijing que favorecen a las empresas controladas por el estado a expensas de sus competidores.

Beijing niega que haya una presión oficial sobre las empresas estadounidenses para que transfieran tecnología. En cambio, los funcionarios chinos han dicho que las compañías extranjeras comparten voluntariamente la tecnología a cambio del acceso a los mercados de China. El tema de la transferencia de tecnología bajo coacción es una razón clave por la cual el apoyo de las empresas estadounidenses a Beijing ha disminuido en los últimos años, y las principales empresas hablan de amenazas y presiones para entregar información y tecnología patentadas a los socios chinos.

Este es , el tecnológico, el elemento central de interés en todo este proceso de enfrentamiento. La supremacía tecnológica que hasta ahora la había venido ostentando Estados Unidos se ha inclinado hacia el lado Chino y ya no solo el futuro sino el presente del poder político y económico depende de él.

Aún así tanto Washington como Pekín tienen incentivos económicos para evitar que la lucha arancelaria empeore. La economía de China se está desacelerando más rápido de lo que los funcionarios esperaban, con más de la mitad de las 31 provincias del país que no cumplieron con sus objetivos de crecimiento el año pasado. Esto se debe en parte a los aranceles del 10% que los EE. UU. impusieron en septiembre a la mitad de las exportaciones de China a los EE. UU., además del arancel del 25% impuesto a 50 mil millones de dólares en productos chinos a principios de 2018.

Por otro lado , los agricultores y otros tipos de empresas en los Estados Unidos también están sintiendo el efecto negativo de las tarifas impuestas como represalia por Beijing y por la desaceleración económica de China. En la guerra estrictamente comercial no hay  ni habrá ganadores y los daños colaterales ya se están sintiendo en el resto del mundo.