Está claro que las entidades financieras en España son privadas y, por tanto, pueden hacer las estrategias que les plazcan. Pero también tienen un marcado carácter social, al igual que las gasolineras, los supermercados o las compañías eléctricas o aéreas, entre otras, y deben cumplir unos requisitos mínimos de servicios a sus clientes sobre todo en sociedades bancarizadas. El uso de la banca, hoy por hoy, no es una opción, sino una obligación por cuanto las empresas pagan sus nóminas a través de las entidades y los servicios esenciales también se suelen cobrar vía bancos.

Las cajas de ahorros fueron el principio de la bancarización de la sociedad española con sus famosas cartillas en donde el ahorrador se llevaba a casa el propio banco en forma de libreta. Los bancos cubrían casi exclusivamente el crédito empresarial y de las personas que hacían negocios. Curiosamente, hoy las pocas cajas que siguen con ese espíritu como las rurales presumen de seguir tratando al cliente como toda la vida: pueden acudir a la hora que deseen, con amplios horarios de caja y el personal les asesora paso a paso sobre sus gestiones diarias.

Pero este modelo se acabó definitivamente con la banca por Internet y más recientemente con la banca en el smartphone. Las aplicaciones no son una opción, sino una obligación. Los clientes deben descargarse esas apps. Fuera quedan los clientes tradicionales que coinciden habitualmente con aquellos de mayor edad.

El trato de los bancos a sus clientes -una vez desaparecidas las cajas de ahorros por sus propios errores y la voluntad de algunos- ha sido casi humillante. Colas a primeras horas de la mañana en las puertas de las sucursales hiciera frío o calor. Limitación a una o dos horas la apertura de cajas y, paradójicamente, mientras las ventanillas estaban vacías un empleado se dedicaba a enseñar cómo funcionaba un ordenador en la entrada para hacer sus operaciones habituales. Toda una paradoja.

Un jubilado de 78 años, Carlos San Juan han emprendido una cruzada mediante la recogida de más de 300.000 firmas para denunciar el trato vejatorio de las entidades a las personas mayores (yo añadiría a todos). En estas páginas de El Plural hace poco más de un año hemos denunciado también estos abusos aunque con menos fortuna. La campaña de Carlos San Juan ha movido los cimientos del Ministerio de Economía y Nadia Calviño ya ha llamado a una reunión con los bancos para solucionar estos problemas de maltrato a los mayores que, como ellos mismos dicen, carecen de habilidades tecnológicas pero no son tontos y no desean que así se les trate.

Un golpe de realidad

Después de esta acertada reacción de la Administración después de tantos meses, años de hacer la vida imposible a los clientes que no se adaptaban a sus exigencias, me pregunto cuál ha sido el papel de supervisores como el Banco de España o la Comisión Nacional del Mercado de Valores y si me apuran y ahora que está tan de moda, cómo se explica el desinterés del Ministerio de Consumo.

Desconozco donde viven estos próceres de la supervisión, pero tengo la impresión de que se encuentran muy lejos de la calle. Un simple paseo por la ciudad a horas tempranitas, unas cuantas visitas a las entidades financieras para acompañar a los hijos a pagar el seguro escolar o ir en búsqueda de explicación por haber bloqueado la cuenta por la simple de razón de no tener registrados en cuál es el trabajo del cliente, hubiera servido para darse cuenta de lo que estaba pasando. Con lo fácil que hubiera sido una simple conversación que un cliente al salir de una sucursal. Carlos San Juan les ha bajado de la burbuja al planeta de la realidad que tan poco pisan.