Aunque las pensiones del presente sean motivo de preocupación, son las pensiones del futuro las que preocupan a la Comisión Europea. Los estudios anuales sobre empleo del Ejecutivo europeo muestran que los jóvenes aún cargan especialmente con el peso de la crisis. La juventud europea está amenazada por un horizonte de precariedad que aún parece lejos de despejarse, cobran menos, pagan más cotizaciones y reciben menos prestaciones. 

Recuperación económica, brecha social

Desde 2013, se han creado diez millones de puestos de trabajo en la UE. Sin embargo, más allá del progreso social y económico general, los datos revelan que las generaciones más jóvenes soportan una carga particularmente elevada: suelen tener más dificultades para encontrar trabajo, están más expuestos a formas de empleo atípicas y precarias, incluidos los contratos temporales, lo que puede dar lugar a una menor cobertura de protección social. También es probable que reciban pensiones más bajas, respecto a los salarios.

Marianne Thyssen, comisaria de Empleo, Asuntos Sociales, Capacidades y Movilidad Laboral, ha manifestado: «El estudio anual pone de manifiesto una vez más que nos encaminamos con determinación hacia un mayor crecimiento y empleo. Sin embargo, es posible que los jóvenes de hoy y sus hijos acaben teniendo una situación peor que la de sus padres. Esto no es lo que queremos. Es necesario actuar con rapidez. Con el pilar europeo de derechos sociales queremos preservar y mejorar nuestra normativa social y nuestras condiciones de vida para las generaciones futuras.»

La recuperación no llega a los jóvenes

El informe muestra que, a pesar de una mejora constante del nivel de vida en la UE, los jóvenes no se benefician de esta evolución positiva tanto como las generaciones de más edad. Además, a lo largo del tiempo la participación de los grupos de edad más jóvenes en la renta del trabajo ha disminuido. Estos retos afectan a las decisiones de las parejas jóvenes, incluso en lo que respecta al hecho de tener hijos y de comprar una casa. Lo que respercute en consecuencias negativas sobre las tasas de fertilidad y, en consecuencia, sobre la sostenibilidad de los sistemas de pensiones y el crecimiento.

Se prevé que la población en edad de trabajar disminuya en Europa un 0,3 % cada año hasta 2060. Esto significa que una mano de obra menos numerosa tendrá que mantener el actual camino hacia el crecimiento. También significa que, al mismo tiempo, un número menor de contribuyentes cotizará a los sistemas de pensiones —en muchos casos con cotizaciones inferiores o irregulares, ya que no corresponderán a un trabajo a tiempo completo ni/o a un trabajo clásico—, mientras que más pensionistas dependerán de ellos. Por consiguiente, parece que los trabajadores jóvenes de hoy y las generaciones futuras se enfrentan a una doble carga resultante del cambio demográfico y de la necesidad de garantizar la sostenibilidad de los sistemas de pensiones.

Esta sutiación es especialmente grave en España, con una tasa de paro juvenil del 54,2% y cuya tasa de precariedad es del 26,1%, casi el doble que en el conjunto de la UE (14,2%).