La financiación irregular de los partidos políticos se parece bastante a la prostitución: todos la quieren regular, ordenar y hasta prohibir, pero resulta imposible. Es uno de los grandes males de la democracia. No existe país con tradición de libertades que no haya tenido sus buenos escándalos por este motivo. Cuando las revelaciones sobre corrupción son tan fenomenales como las que abofetean hoy al PP, algunos impacientes llaman a que nos bajemos del sistema de partidos y busquemos otras alternativas más saludables. Pero no se debería correr tanto. Cualquier otro sistema sería más perverso pues la corrupción se haría dueña del Estado.  De momento, tendremos  que seguir dando paladas en este lago aunque a veces sus aguas sean lodos.


El caso del dinero oculto en Suiza y los sobres en “b” para dirigentes del PP es novedad porque ha sido denunciado por los media,  pero en todo lo demás es un asunto viejo. Desde hace años cualquier informador político de Madrid medianamente despierto sospecha de su existencia, y mucho más. Pero nadie lo advirtió y menos denunció. Las confidencias de populares despechados y los signos externos del PP y sus mejores chicos/as así lo evidenciaban.


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