La llamada primavera árabe ha jubilado por la vía de la revolución a algunos de estos demacrados y acartonados bárbaros, aunque todos ellos tuvieron la tentación, que ejecutaron con mano de hierro, de dejar a su país sin conexión a Internet. Le tienen miedo, porque a través de la banda ancha fluye la verdad. Gracias a periodistas y ciudadanos conectados, el mundo puede conocer los abusos y excesos de unos regímenes tan oxidados como los candados que han querido ponerle a la libertad.


Mientras los ciudadanos libios levantados en armas contra el dictador entraban en la capital del país, Internet volvía poco a poco a los hogares y terminales que llevaban meses a oscuras. Desconectados. Los reporteros siempre fueron un problema, pero miles de personas comprometidas y con la capacidad de informar armadas solamente con un teléfono móvil se convierten en una marea que se lleva por delante a cualquier terrorista instalado en el poder. Ahora llaman a la puerta de Gadafi, que no verá a ninguno de sus hijos sucederle en el poder. Qué putada, mi brigada. Pasarse media vida pensando en quién sería el elegido, y para cuando llega uno a la conclusión se acaba la fiesta y encienden las luces.

El acceso a Internet, como antes lo fue la libertad de prensa, se ha convertido en un baremo que delata a los tiranos y les coloca frente al mundo como lo que son. Pervertir las redes telemáticas para evitar que los ciudadanos accedan a contenidos que el régimen considera inapropiados se ha convertido en la nueva censura institucional de los enemigos de la democracia Antes - y ahora - metían la tijera en el celuloide para que no se pudiese disfrutar de un beso húmedo entre dos estrellas americanas de la gran pantalla. Se cierran medios de comunicación. La cárcel está llena de ideas y pensamiento crítico. Al tétrico elenco de acciones destinadas a provocar el desfallecimiento de los que luchan por hacer de su país un lugar mejor, se ha sumado el apagón de la Red. Es un acto más de la misma obra. Una que todavía representan muchos de esos carcamales con el hígado destrozado y la cabeza de vacaciones, y tiene como objetivo que a sus estrenos asista la menor cantidad de público posible. A oscuras. Mejor en silencio.


Ion Antolín Llorente es periodista y blogger
En Twitter @ionantolin