Hay un reproche inicial que hacer, no a los que se manifestaron libremente, sino a los responsables de dar cuerpo político a esa expresión. Merecen reproche los que mostraron ese camino a la ciudadanía como estrategia espuria para tapar sus faltas y para obtener rendimientos estratégicos o electorales. Y merecen reproche también quienes vieron venir el problema y fueron incapaces de reaccionar más allá del menosprecio o la frivolidad. Es decir, se equivocaron los nacionalistas catalanes y se equivocó el Gobierno de Rajoy. Y tantas equivocaciones van a costarnos caras.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Hay quienes siempre optaron por la independencia como conclusión de una reflexión honesta, pero nunca fueron muchos. Buena parte de los que ahora han promovido, han impulsado o se han apuntado a la corriente separatista lo han hecho para ofrecer a la sociedad catalana un ‘pim-pam-pum’ sobre el que descargar las frustraciones que conlleva la crisis. Los nacionalistas que gobiernan buscan desviar la atención respecto a sus dificultades financieras y sus recortes. Los nacionalistas que no gobiernan pretender agitar el viejo espantajo victimista para recoger votos en unos eventuales comicios adelantados.

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