Con su salto a la empresa privada, se cuestiona si en verdad Esperanza Aguirre fue honesta cuando, compungida y con lágrimas, anunció su retirada de la política en septiembre pasado argumentando motivos “personales y familiares” (y subrepticiamente motivos de salud: “ustedes saben que tengo una enfermedad seria, grave”) como la causa de su 'difícil decisión', y también aviva sospecha de si su renuncia a la Presidencia de la Comunidad madrileña no fue más que el principio de un plan pergeñado para huir de la debacle que se cernía sobre Madrid (poco después azotada por escándalos y huelgas en la sanidad pública, el Metro y Telemadrid) traspasando no solo poderes sino también una herencia envenenadaa Ignacio González, o al menos una herencia más censurable que la que el PP lamenta haber recibido de Zapatero.
Sigue leyendo el blog de Alberto Soler