Algunos dirigentes independentistas están cambiando su interpretación ingenua de la realidad por la simple negación de la misma. Este salto de la política naif a la política del absurdo se debe en buena medida a las exigencias de la CUP, al peso de los fieles más antisistema de Puigdemont dentro de JxC, a la marginalidad del PDeCAT y al miedo atroz de ERC a cumplir lo que escribe, lo que implicaría una acusación formal de traición, como paso previo a la repetición de las elecciones. Carles Puigdemont ya se lo ha hecho saber a los republicanos al declarar que unos nuevos comicios “no serían ninguna tragedia”.

El artículo conjunto de Oriol Junqueras y Marta Rovira supone una enmienda a la totalidad al texto del pacto de investidura ofrecido por ERC y JxC a la CUP, es la ratificación de las sugerencias avanzadas por el diputado Joan Tardá y una demostración más de la distancia entre lo que dicen y lo que hacen los dirigentes republicanos. “Hay que alejarse de declaraciones altisonantes y de los fuegos artificiales”, afirman el presidente y la secretaria general del partido republicano porque “tenemos un país que salvar”; mientras sus negociadores asumen un documento cuyo principal mensaje es la construcción de la república catalana desde el Espacio Libre en el Exilio, al margen de las instituciones catalanas. 

El Espacio Libre en el Exilio es una réplica independentista a las instituciones de la Generalitat, formado por una asamblea de representantes, un consejo de la república y un presidente del consejo, todo para uso exclusivo de independentistas pero otorgándose la dirección política del Parlament,  del gobierno de la Generalitat y de la presidencia. Una especie de 155 del legitimismo belga a la autoridad de las instituciones autonómicas. Esta instrumentalización es la base de la oferta a la CUP para que sus cuatro diputados aseguren la mayoría en la improbable investidura de Jordi Sánchez y en las siguientes tentativas, evitando la renuncia de Puigdemont y Comín a sus actas.

El temor general del independentismo residente en Cataluña a una repetición electoral de resultados inciertos, según los sondeos, no impide a Puigdemont blandir dicha opción como una amenaza para los republicanos, partidarios formales de constituir un gobierno autonómico como mal menor, todo para huir de la anormal normalidad creada por el 155 de verdad. A esta teoría se ha sumado también Ada Colau. Sin embargo el razonamiento dominante todavía en la mayoría soberanista es que cualquier paso para recuperar las instituciones que implique la aceptación tácita de las imposiciones estatales es tanto como aceptar la derrota. Una traición. Por eso el plan de legislatura hecho a medida de la CUP parte de una interpretación singular de la realidad, el triunfo del referéndum del 1-O y la obligación de ser fieles a dicho mandato.

Esta negación del fracaso contrasta con la visión de Junqueras y Rovira: “Hemos medido nuestras fuerzas, hemos constatado nuestra fortaleza pero también nuestras debilidades”. Para superar las debilidades, los republicanos aseguran estar dispuestos a bajar de las nubes y ampliar las bases; su problema es que sus socios, instalados en las nubes, se niegan ha admitir la victoria del estado de derecho en su versión más agresiva. El próximo domingo, está convocada una manifestación de la ANC con el explícito eslogan 'República, ara'. La participación ayudará a evaluar el estado de ánimo del independentismo y el apoyo militante a la propuesta de seguir adelante como si nada hubiera ocurrido desde septiembre a marzo.