Hemos tenido la ocasión de charlar con Ángeles Jové, doctora en derecho, experta en violencias invisibles, formadora y experta en educación emocional, y con Andrea Zambrano, abogada y formadora emocional, quienes presentan su segundo libro El valor de cuidar. Desterrar las violencias invisibles de la infancia. Ambas dirigen el proyecto Educar es emocionar y en este libro visibilizan las violencias invisibles que cada día todo el mundo infligimos y sufrimos. Violencias que se esconden detrás de nuestra forma de funcionar y de relacionarnos, y que especialmente afectan a los más pequeños. A menudo no las vemos, las hemos normalizado. Si no las identificamos y les ponemos nombre, no nos responsabilizaremos de ellas y nos condenaremos a repetirlas de forma inconsciente, generando más violencia.

Pregunta- Lo primero que llama la atención de vuestro libro está ya en el prólogo: "Las palabras son importantes porque crean realidades". Nos vamos dando cuenta, cada vez más, de que las palabras condicionan, no son inocentes. Si no llamamos violencia a la violencias invisibles, estas se invisibilizan cada vez más. Vuestro libro procura todo lo contrario, visibilizarlas, para evitar normalizarlas. Para que no ocurra como en la fábula de la rana cocida, en la que la rana se va acostumbrando poco a poco al agua que se va calentando, hasta que muere cocida. ¿Cuáles son estas violencias que no vemos?

María Ángeles Jove- Hay violencias que todos vemos muy fácilmente, porque son muy evidentes, son manifiestas. Hay otras que están ahí, de manera más sutil, pero no dejan de ser violencias. Como están muy normalizadas, pasan más desapercibidas, las tenemos muy integradas. Muchas veces las normalizamos con el "es por tu propio bien". Las violencias físicas las vemos, pero no las psicológicas. Cuando tú humillas a un niño, estás ejerciendo la violencia. Cuando invisibilizas su emoción o una necesidad, cuando tú lo culpabilizas o manipulas, le exiges, le impones, le juzgas, le controlas...

Andrea Zambrano- "Controla a tu hijo", te dicen. Como si fuera algo que pudieras hacer. Te están exigiendo entrar en el espacio de otro, y eso se hace ejerciendo la violencia. La perversión está en la base. No es posible controlar de forma respetuosa. Esta violencia afecta a cosas que no son visibles: emociones, psique, autoestima. Estamos muy acostumbradas porque las hemos recibido siendo niñas que ha pasado como la rana cocida. De adultos, las seguimos tolerando. Las tenemos tan integradas porque el sistema ejerce este tipo de violencia. Sin ser conscientes, las seguimos perpetuando.

Las palabras son importantes porque crean realidades, porque condicionan pensamientos, porque inclinan balanzas y porque ordenan o desordenan situaciones, y por eso es necesario comprender de una forma profunda sus significados

P- Yo recuerdo, hace unos años, en Italia, un anuncio en la radio en el que unos padres insultaban a su hijo una y otra vez. Lo que venía a decir era que nadie estaba libre de insultar alguna vez, pero que esto no podía ser una costumbre. Lo recordé cuando leí en vuestro libro: "Los hijos no necesitan una madre o un padre perfectos, sino uno humano y consciente".

AZ- Ese es, en resumen, el mensaje del libro. No culpabilizarnos, somos humanos y tenemos todos nuestra parte violenta, que la parte que nos lleva a protegernos, es muy legítimo. El tema es no basar la relación en eso. Si tu tienes una relación conectada, cuidando el vínculo, y de vez en cuando pasan estas cosas, pero tienes las bases bien asentadas, vas a recuperar la conexión otra vez, y no pasa nada.

MAJ- Además es una forma de reparar, y de paso estás enseñando a tu hijo algo muy bonito que es a pedir perdón y a perdonar. 

Las coautoras de El valor de cuidar

P- A esta parte violenta la llamáis herida, una herida que tenemos que reconocer...

AZ- Que tenemos que reconocer para poder responder sin entrar en culpar, exigir, imponer. Cuando puedo responder estoy cuidando de mí y de ti de una forma amorosa, no violenta.

P- Justamente, hacéis hincapié en no confundir límites con amenazas.

AZ- Claro, porque el límite es necesario. Solo con límites podemos cuidar, pero desde ese lugar. No es lo mismo poner límites que exigir, controlar, castigar, amenazar.

MAJ- No es tanto el qué, sino el cómo

P- ¿Los mismos niños exigen esos límites?

AZ- Sí, pero porque están acostumbrados a que tú funciones así. Entonces, ellos también funcionan así, aunque en realidad, lo que necesitan es contención. "Es que no es mi culpa", dicen, por ejemplo. Yo en mi casa no hablo de culpas, pero ellos lo escuchan en el colegio, y entonces reproducen ese patrón. Por eso, a veces se desorientan o no responden. Al principio, después uno va pillándole el truco. 

MAJ- Para el apego hay tres claves que son la autonomía, la seguridad y la regulación emocional. Sin límites es imposible la seguridad.

P- En El valor de cuidar decís que primero hay que admirarlos para que ellos nos admiren. ¿Cómo podemos hacerlo?

AZ- Es una forma de conocer a tu hijo. Si sabes ver quién es en potencia y pones esa mirada de curiosidad es imposible no admirar. Te sientes fascinado. No puedes amar si no conoces.

MAJ- La admiración es una de las emociones básicas de todo ser humano. Todas las emociones te colocan en una disposición corporal, una disposición de acción. La de la admiración es la imitación. Para que una persona imite a otra, y esa es una de las formas del aprendizaje, la admiración es uno de los pilares. La única manera de conocer a alguien es a través de la curiosidad y de la admiración.

No solo queremos dar voz a la infancia, sino también a las madres y los padres

P- Empezasteis a escribir el libro en plena pandemia. Las conductas cambiaron y ni hablar de la relación de los padres con los hijos, que tuvieron que compartir espacio y tiempo como nunca antes. Necesariamente esto tiene que haber añadido contenido o incluso cambiado ideas que teníais como punto de partida.

AZ- En momentos complicados afloran muchas cosas que ya existían, pero que cuando se revuelven las aguas se hacen visibles.

MAJ- En un momento en el que son tan necesarios los cuidados, parece que no nos hemos cuidado nada o no nos han cuidado.

AZ- Nos han cuidado mal, nos han cuidado dañando las necesidades, no han cuidado a la infancia para nada. Y es más, cuando nos hemos tenido que cuidar como colectivo, porque había un virus, hemos fallado.

MAJ- Por supuesto, salvando al personal sanitario, que ellos sí que nos cuidaron. Pero no cuidaron de él. Es muy triste que a estas alturas, un enorme porcentaje de las enfermeras estén pensando seriamente en dejar la profesión.

P- En plena etapa de formación los niños recibieron el mensaje de que puertas adentro está la seguridad y puertas afuera el peligro. ¿Puede afectar esto a su futuro como personas? ¿Habrá un porcentaje importante de ellos con secuelas psicológicas permanentes?

AZ- Por supuesto, porque al final la conducta que se ha estado imponiendo es que el contacto físico es peligroso. Y el contacto físico es la necesidad básica de cualquier ser humano, sobre todo en la infancia. Esto ya genera un perjuicio. Ellos van a crecer, siendo semillas tan tiernas, tan moldeables, y esto, que ocurre en sus primeros años de vida es su marca su estructura. Han ido creciendo en un contexto en el que el contacto físico era peligroso. Los vínculos se han visto afectados, y eso es muy importante en la infancia.

MAJ- Los niños interpretan el mundo a través de la mirada de sus padres, en primer lugar, y del colegio casi a la par. Dependiendo de cómo ha vivido su entorno esta particular situación, lo interpretarán de una manera o de otra. Unos, afortunadamente, mejor, y otros, peor.

El valor de cuidar. Desterrar las violencias invisibles de la infancia

P- Hay un caso conmovedor que yo conocí viendo los debates de la serie HIT en TVE, de una chica nacida en Rusia, Luda Mega, adoptada a los 3 años. Hasta los 15 fue incapaz de sentir dolor. Su llanto era inútil en sus años de orfanato, por lo que su cabeza optó por no reconocer el dolor. Pido disculpas por mi resumen tan burdo del caso, pero muestra la importancia de esos primeros años en el que se forja la marca, la estructura personal, como decía Andrea, ¿no?

MAJ- Es un caso extremo, pero sirve para ejemplificar que los niños a los que se les niegan necesidades y emociones, las cuales se invisibilizan, aprenden a negarlas, a no sentirlas, a no verlas, y eso es totalmente disfuncional. Eso dificulta mucho crear relaciones sanas.

AZ- Hemos oído hasta la saciedad que los niños se adaptan a todo. Claro, ese es el peligro. En este caso hablamos de dolor físico, pero con el dolor emocional pasa lo mismo. El niño no sabe diferenciar qué es bueno y qué es malo para él. Han perdido ese sensor. Se adaptan a todo, sí, también a un entorno en el que te hacen daño y no se dan cuenta.

MAJ- Las emociones son los sensores o los chivatos de esas necesidades que no son satisfechas o no están cubiertas. Y pues claro, si lo tienes totalmente estropeado no sabes qué necesitas, no puedes funcionar.

P- ¿En qué punto está nuestra sociedad, particularmente en España, en la lucha contra estas violencias invisibles?

AZ- La respuesta es "por eso escribimos el libro". Puedes entonces imaginar que muy bien no está. Y más cuando vimos a los niños metidos en casa dos meses, tres meses, totalmente invisibilizados, totalmente apartados, no tenidos en cuenta como seres humanos. 

MAJ- Tampoco se trata .de convertir la anécdota de la pandemia en lo que es el mensaje del libro. Es el hecho de que sí es verdad que hay mucha violencia en la sociedad.

Proponemos conectar con un sentimiento profundo de admiración, porque solo admirando primero a los niños, nos admirarán y aprenderán de nosotros después

P- Claro, el libro también habría sido escrito si no hubiera habido pandemia, ¿no?

MAJ- Por supuesto.

AZ- Vivimos un contexto de mucha rabia. Como ejemplo, podemos ver lo que ocurre en las redes sociales. Es horroroso. El juicio permanente o la opinión no pedida son violencia.

MAJ- Tampoco se salva la televisión. Se juega con las emociones y las necesidades de las personas de una manera inaceptable. Hay personas que se nota que tienen unas heridas emocionales de la infancia y están jugando con ellas. Lo peor es que se está ganando mucho dinero a costa de esto. Es un reflejo de la falta de catadura moral.

AZ- Y no solo la moralidad. Es que ya nos nos acostumbramos a relacionarnos de esa manera, en el ganar-perder. Si mi opinión es la válida, la tuya no cuenta. Si yo quiero satisfacer una necesidad, parece que solo lo puedo hacer a costa tuya. Eso es lo que hay que desmontar. No tenemos por qué vivir ahí, en esa jerarquía. Tenemos que llegar al ganar-ganar.

MAJ- A mí esto me produce una profunda tristeza porque te das cuenta del malestar que hay en las personas. El que se siente bien no tiene necesidad de hacer esto. Esto demuestra lo mal que está la sociedad. La soledad, el odio reprimido, etc.

AZ- La falta de respeto es constante, la ausencia de empatía, el juicio, hay un lenguaje chacal, como decimos en el libro. Todos son chacales. La empatía es el antídoto, porque puedes no estar de acuerdo, pero entiendes que hay otras posiciones. La empatía está emparentada con la verdad, porque ves a la otra persona tal y como es.

 

P- Ya me habéis dicho que la situación actual es francamente mejorable. Vuestro libro da herramientas para mejorar, y seguramente las complementaréis con futuros proyectos ¿Sois optimistas, no digamos a corto plazo, pero al menos a medio plazo? 

MAJ- Sí, porque cada vez hay más conciencia, cada vez a más gente se le enciende la lucecita interna. Hay ganas de cambiar y de responder de otra manera. Hay conciencia de que hay que aceptar nuestra propia agresividad para poder transformarla. Se puede elegir ser de otra manera. Es un proceso, es un camino. No se arregla en dos días, pero estamos en la buena senda.

AZ- Es verdad que esto está muy verde, pero yo tengo la esperanza y la confianza de que se puede cambiar.