Sorpresa y estupor, no sólo por el anuncio, sino por la forma en que se daba a conocer. Eso fue lo que provocó a las 9 de la mañana del 20 de diciembre de 2021 un tuit de Alfonso Fernández Mañueco en el que afirmaba que acababa de remodelar su gobierno, y que había firmado los decretos de disolución de las Cortes de Castilla y León y convocatoria anticipada de elecciones autonómicas para el 13 de febrero.

En la práctica, eso se traducía en el cese fulminante y sin previo aviso de los cuatro miembros de Ciudadanos en el ejecutivo autonómico: el vicepresidente, Francisco Igea, y los consejeros de Sanidad, Verónica Casado, Empleo, Ana Carlota Amigo, y Cultura, Javier Ortega, durante la sexta ola de la pandemia.

Y en la práctica, también, Mañueco abría así la puerta a un nuevo socio de gobierno, la derecha radical, con cuyos votos en las urnas de aquella convocatoria anticipada de febrero completaba los suficientes para perpetuarse en la Presidencia de la Junta de Castilla y León.

Mañueco se amparó entonces, -cuando, sólo después de soltar la bomba en la red social, compareció ante la estupefacta ciudadanía-, en las supuestas “intrigas del señor Tudanca”, que habían roto “la estabilidad” en las Cortes, y en el “riesgo cierto”, dijo, de la presentación de “una moción de censura del Partido Socialista con el apoyo de Podemos, Ciudadanos, tránsfugas y miembros de otras fuerzas políticas”.

De esta manera, era el propio Mañueco quien rompía la estabilidad y daba por finiquitado su gobierno con Ciudadanos en plena sexta ola de COVID-19, acusando a sus miembros de haber estado negociando los Presupuestos de la Comunidad a sus espaldas, y cambiando de manos la Consejería de Sanidad para dejarla en las de uno de los suyos, que se puso al frente de la tremenda escalada de contagios y fallecimientos de un día para otro.

Igea: “Es evidente que aquel pacto fue un error”

El hasta aquel día vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Francisco Igea, recuerda un año después que se enteró de la convocatoria de elecciones por Twitter mientras atendía una entrevista radiofónica en directo, y sólo recibió la llamada de Mañueco después, confirmándole que estaba cesado. “Fue todo muy elegante”, ironiza.

“Contó dos mentiras”, afirma, “una: que estuviéramos negociando los Presupuestos con Por Ávila sin su conocimiento, porque su portavoz, Carriedo, estaba perfectamente al tanto; y dos: de moción de censura no había nada de nada. Lo ha dicho Tudanca y lo he dicho yo. Nosotros, en aquel momento, éramos los hombres más insultados por el PSOE”.

Igea interpreta la maniobra de Mañueco en clave de la ya entonces previsible imputación de Javier Iglesias, el recientemente dimitido presidente del PP de Salamanca por el Caso Primarias, -que le apunta directamente-; y, por otro lado, la cesión a Pablo Casado y a su propia ambición: “manejaban una encuesta que les daba mayoría absoluta, y él quería su mayoría absoluta”.

Pero, además, dice Igea, “la Ley de Transparencia le incomodaba: y aquí estamos, un año más tarde, sin transparencia, sin regeneración y sin ética, en el mismo clientelismo de hace más de 30 años, un deterioro institucional insufrible, peor sanidad, menos empleo y más desconfianza empresarial, y ante una ciudadanía que sufre el descrédito absoluto del circo en el que esto se ha convertido”.

El portavoz de Ciudadanos en las Cortes de Castilla y León no duda cuando se le pregunta si se arrepiente de aquel pacto de gobierno de 2019.

“Es evidente que fue un error”, dice, “y ahora toca redimirse y ofrecer a esta comunidad autónoma una oportunidad de cambiar. A pesar de la crisis que vivimos en Ciudadanos, si nuestro partido tiene la posibilidad, hay que sacar a Mañueco y redimir el pecado original”.

Pero no será pronto, en su opinión, puesto que, aunque, a partir de hoy, cumplido un año, Mañueco tiene la posibilidad de convocar nuevas elecciones, “no lo hará”, asevera Igea, “¿para qué? Ahora no se ve con mayoría absoluta, es un cobarde y hará lo que le manden, como lo hizo entonces”.

“Si hubiera sido más listo y hubiera agotado la legislatura, ahora estaría más cerca de Andalucía”, pero es demasiado tarde, concluye.

Tudanca: “Con Mañueco al frente, puede pasar cualquier cosa”

El secretario general del PSOE, Luis Tudanca, tenía previsto esa mañana de diciembre de 2021 subirse al tren en la estación de Zamora, para el viaje inaugural de la línea de AVE Madrid-Galicia en el que viajaban Felipe VI y el presidente del Gobierno, acto del que se excusó cuando Mañueco lanzó su tuit.

Evidentemente, había que interiorizar primero, y empezar a prepararse después, anticipada y aceleradamente, para conseguir el apoyo de la ciudadanía en esas elecciones inesperadas.

“Mi primera reacción, confieso que fue de absoluta incredulidad, a pesar de las alertas y de que Mañueco normalmente hace lo contrario de lo que dice”, explica Tudanca a elPlural.com, “prácticamente a las puertas de la estación del AVE en Zamora, ante una inversión en una infraestructura tan importante para Castilla y León, con el Rey, esperando que el presidente Mañueco le acompañara, y convocar elecciones por Twitter… me pareció una tremenda irresponsabilidad”.

Esa irresponsabilidad, -añade-, “la ha demostrado el tiempo, no sólo porque el gobierno es mucho peor que el que teníamos, sino por el declive institucional”.

¿Nuevo adelanto electoral? Tudanca no lo descarta. “El mero hecho de que sólo un año después, ya se hable abiertamente de ello, en términos hipotéticos, es una demostración de que aquello fue un error, de que este gobierno es un fracaso, y de que Mañueco sólo ha traído inestabilidad a Castilla y León en el peor momento posible”.

¿Y a partir de ahora? “¿Con él al frente?... puede pasar cualquier cosa”, responde el líder de los socialistas, “porque aquella decisión no la tomó como presidente de la Junta, sino como presidente del Partido Popular, y ahora es más rehén todavía, si cabe, de sus propios miedos, de la extrema derecha y de las derivas orgánicas de su propio partido”.

Un pacto de gobierno ideológico

Los resultados de las elecciones del 13 de febrero conformaron un pacto ideológico a la medida del Partido Popular, a pesar del mayor respaldo ciudadano a opciones lejanas a Vox.

El PSOE consiguió 362.304 votos, sólo 16.592 menos que el PP de Mañueco, y casi 150.000 más que Vox, pero la ley electoral y los pactos hicieron el resto.

De este modo, el cabeza de lista de la derecha radical, por elección del partido de Alberto Núñez Feijóo, es decir, Juan García-Gallardo, se convirtió en vicepresidente de la Junta de Castilla y León, y casi plenipotenciario -aunque sin funciones- en el gobierno autonómico, una vez relegado a la oposición el segundo partido más votado, el PSOE, que en las anteriores elecciones, las de 2019, se había impuesto con casi medio millón de sufragios, 479.917 votos, a los que los procuradores de Ciudadanos no apoyaron, a pesar de que el propio Igea había basado su campaña en la necesidad de un cambio de gobierno después de décadas del Partido Popular.

Consumada la renuncia a la ansiada mayoría absoluta, Mañueco -con el visto bueno del PP nacional-, decidió pactar con los ultras, y así, reflexiona Tudanca, “tenemos el primer gobierno con la derecha radical, que ataca derechos y libertades, un deterioro institucional sin precedentes que prácticamente ha finiquitado el diálogo social, ha empeorado la sanidad y la economía, y que nos sitúa en los peores puestos en crecimiento, la inflación más alta y la mayor pérdida de población de España, que es dramática de cara al futuro”.

En opinión de Tudanca, la buena noticia es que la sociedad castellana y leonesa “está reaccionando y siendo capaz de plantar cara a este gobierno”.

Los sindicatos, en armas

El aterrizaje de Vox en las consejerías de Empleo, Cultura y Agricultura, adornado con los exabruptos del vicepresidente, Juan García-Gallardo, sin funciones, pero con una labia proverbial, ha sido más que forzoso.

Castilla y León ha asistido a escenarios que hasta ahora no había imaginado y manifestaciones en las calles contra las políticas de la Junta que hacía décadas que no se vivían.

El vicepresidente ultra, sorprendentemente lanzado por Mañueco como  portavoz de la Junta en Europa, vierte habitualmente en los organismos internacionales la supuesta opinión de la Comunidad, pero lo hace según la ideología de su partido, sin que Mañueco levante la voz.

Ha conseguido que se convoquen minutos de silencio por las víctimas de la violencia intrafamiliar, negando la existencia de la violencia de género, ha asegurado que Castilla y León no necesita zonas de bajas emisiones, sino de “altos nacimientos”, ha anunciado una “Ley de Concordia” que pretende enterrar la Memoria Histórica, y se ha enfrentado a sindicatos y empresarios, a los que niega el pan y la sal, acusándoles de ocuparse sólo de sus ingresos y retirándoles de todas las políticas de empleo que había consagrado desde hace décadas el diálogo social, una herramienta de negociación y consenso sociolaboral que, en su momento, en aquellas lejanas épocas de Juan Vicente Herrera, fue pionera, no sólo en España, sino en Europa.

UGT y CCOO han solicitado reiteradamente a Mañueco que cese a los consejeros de Vox y gobierne en solitario.

El próximo viernes, víspera de Nochebuena, las dos centrales sindicales han convocado una movilización en torno a las Cortes contra unos presupuestos para 2023 que consideran ilegales, puesto que certifican el entierro, entre otros, de organismos como el Servicio de Relaciones Laborales (SERLA), que se ocupa de la mediación, obligatoria por ley, entre trabajadores y empresas ante conflictos colectivos, previa al traslado del conflicto a los tribunales.

Esta no es la primera, ni será la última, de las movilizaciones contra las políticas del consejero de Empleo, Mariano Veganzones, la mano derecha, y ejecutora, de lo más reaccionario del ideario de Abascal en Castilla y León, experto en el enfrentamiento contra sus enemigos declarados, “los comunistas” y los agentes sociales, que, sin embargo, han anunciado que no se detendrán en la lucha contra la derecha radical a la que, hace ahora un año, abrió la puerta Mañueco.