Lectores, les voy a pedir un ejercicio de empatía e imaginación. Imaginen ustedes que justo antes de la DANA que acabó con la vida de 229 personas en Valencia les diagnostican un cáncer de mama. Ustedes se cogen la baja el 28 de octubre y el 29, la riada de agua y lodo destruye su modo de vida, el centro de yoga que con tanto esfuerzo han levantado. Y por si eso fuera poco se tienen que operar el día 5 de noviembre, pero no tienen coche, pues se lo ha llevado el agua, y tampoco nadie puede ir a buscarla porque la zona está impracticable. Así que hacen lo único que pueden hacer, irse andando desde Massanassa hasta Valencia para que la pueden operar. Esta historia parece una historia de terror, pero fue la verdadera historia de terror que vivió Bea.

La historia de Bea, una vecina que tiene un estudio de yoga en Benetússer, es absolutamente tremenda, pues al hecho de tener que hacerse a la idea que tenía cáncer, y que no sabía que iba a ser de su futuro, se une el hecho de que la DANA destrozó su estudio de yoga que es su forma de vida. Psicológicamente está rota, de hecho, sigue bajo tratamiento, pues lo que decía antes es totalmente cierto, tuvo que andar varios kilómetros para poder llegar al otro lado del río Turia donde su hermano la esperaba para llevarla al hospital La Fe de Valencia a que la operaran.

Una historia de resistencia y valor

En este año que ha pasado desde el día de la DANA, Bea ha tenido que ser operada tres veces, además de someterse al tratamiento del cáncer. Y mientras todo eso sucedía ha tenido que reconstruir desde cero Ahinsa, su centro de yoga. Su historia es una historia de resistencia y valor. Ella ha atendido a ElPlural.com en una emotiva entrevista en la que narra estos 365 días.

A principios de septiembre de 2024 le hicieron la mamografía, cuatro días después le dijeron que algo no iba bien. A partir de ahí pruebas y pruebas médicas hasta que, finalmente, se hace realidad el peor de los pronósticos, tiene cáncer de mama y hay que operarla.

Ella organizó su negocio para que no parara mientras ella estaba de baja. El 28 coge la baja. En una semana pierde su medio de vida y tiene que operarse porque como ella misma dice: “Podía perder la vida”. “Los primeros días después del desastre intenté buscar ayuda, fui al ayuntamiento y era caos. No había organización. Vi a un policía, me acerqué a él y le dije por favor tengo cáncer. Me tengo que ir a operar y el policía me miro y me dijo… mira lo que pone aquí, soy de Madrid, no sé ni dónde está el hospital La Fe, no te puedo ayudar. Como vi que nadie me podía ayudar hablé con mi familia, con mi hermano que vive fuera y organizamos la salida”, explica.

Finalmente se marchó el día de antes andando con su mochila, su marido, su cuñada y su hermano que había ido a Massanassa a buscarla para ayudarla porque “emocionalmente estaba tocada”. Pero es que durante el camino explica que “viendo lo que estaba viendo era peor”. Dos horas tardaron en cruzar hasta valencia a pie.

Explica que “íbamos entre el barro. Me acuerdo de ver perros muertos en el barro, montones de cosas donde luego me enteré de que había cadáveres. Fue lo peor de lo peor. Recuerdo subir a la furgoneta en shock totalmente, pero luego me pegó más duro cuando crucé el puente, entré en Valencia y vi la vida normal. Ahí colapsé, ahí colapso. No lo podía creer. A veces lo pienso, porque tenía ganas de matar a la gente y ahora digo cómo podía pensar eso, pero está dentro del shock post traumático”.

Ha pasado un año y sigue con tratamiento porque, como ella misma cuenta, está en un estado de disociación: “Ha pasado un año, pero yo estoy empezando ahora a recordar cosas que me sucedieron, que las tengo ahí dentro y que las tengo que ir sacando poco a poco porque no me permiten en este momento sentir la vida de manera natural. Lo que me está pasando ahora es que estoy recordando cosas muy duras y no es fácil, pero no es imposible. Tengo ganas de avanzar, de mejorar. Y tengo que dar las gracias a todo el mundo que me ha apoyado y que me apoya, que han venido a practicar yoga, a mi familia, a mis amigos y a gente que no conozco pero que me han tendido su mano y, gracias a ellos, estoy aquí”.

La solidaridad ajena pero también la propia

Bea habla de gente que no conoce, pero es que ella tuvo que gestionar todo lo de su negocio recién operada. Pero la solidaridad de la gente estuvo ahí. Como Isabel Alba, quien le tramitó todo el tema del seguro. “Gracias a ella” dice a boca llena. Recibió hasta llamadas desde Australia porque los profesores de yoga hicieron un grupo para conseguir ayuda para los profesores afectados por la DANA.

Pero la solidaridad no solo fue de los demás. Bea, como estaba recién operada y no podía salir de casa por el riesgo de infección se dedicó a trabajar por sus vecinos. “Desde mi casa amueblé cuatro casas. Estaba 24 horas con el móvil (…), no podía estar parada porque son mis pueblos, es donde me he criado. Es mi cole, es mi instituto, es gente que me ha visto crecer. No te puedes quedar quieta. Yo por lo menos no”.

Sobre las ayudas dice: “El señor Mazón cree que todos somos tontos. El problema es que ese mensaje está calando en la sociedad, y que la gente se agarra al clavo ardiendo. ‘El Gobierno no ha pagado’ pero como lo repiten como un mantra ha calado, y yo he cobrado todo. A mi cuando dicen que Pedro Sánchez no ha pagado yo les digo, pues será a ti porque a mí sí”.

Así, el año de Bea ha sido duro, muy duro, pero por suerte ha tenido un final feliz. Y es que no solo ha reabierto su estudio de yoga, es que, lectores, las pruebas de su cáncer han salido bien, está limpia. Ahora le quedan cinco años de revisiones por delante, pero ahí está, como siempre ha estado, la luchadora incansable que siempre ha sido Bea.

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