Dolores es pequeña en tamaño, pero tiene el corazón más grande que he visto nunca. Ella lo perdió todo el 29 de octubre de 2024, cuando vio cómo se ahogaban ante sus ojos su marido y sus dos hijos. Pero, pese al dolor inmenso e incuantificable que sufre cada día desde aquella terrorífica tarde, ahí está. Ahí está, pidiendo Justicia para los suyos, y repartiendo cariño a todos los demás, porque ella es así, es la generosidad hecha persona. Dolores, junto con Toñi, que perdió su marido y a su única hija, y a ese padre que el agua le arrancó a sus dos hijos pequeños de las manos son los rostros de la DANA. Y digo que son los rostros de la DANA pidiendo perdón el resto de familias cuyo dolor soy incapaz siquiera de valorar. Ellas, las víctimas, todas y cada una de ellas, nos han enseñado lo que significa la palabra dignidad en un asunto donde la indecencia política no ha dejado de abrirse.
Pero hoy quiero escribirle a Dolores, pues no solo se lo merece, sino que siento que se lo debo. Aún recuerdo la primera vez que vi a Dolores. Estábamos en la puerta de les Corts. Ella vino a mí y me abrazó dándome las gracias por mi trabajo. Yo no salía de mi asombro mientras pensaba que era yo la que debía agradecerle el hecho de que me atendiera. Ella lloraba, yo también. Fue mi primer abrazo con ella, el primero de muchos. Ese es uno de los momentos que guardo en mi corazón, por no decir que, en mi alma, grabado a fuego.
Recuerdo como si fuera ayer como rodeadas de policía me explicó los peores momentos de su vida. Nosotras lloramos, pero al lado teníamos a un policía de la UIP (antidisturbios) que aguantaba el tipo como podía el chico con los ojos vidriosos. Quería llorar, pero no debía. Un policía que luego me dijo: “Manda cojones que me manden a vigilar a estas personas cuando los cabrones de verdad se los que tengo que defender”. Una frase que resume a la perfección el año que llevamos desde la DANA.
Aquel día Dolores estaba rota, sigue rota de dolor y rabia, pero aquellos policías no dudaron en saltarse el protocolo y dejar que Dolores se sentara en las escaleritas de piedra que hay frente a la puerta de les Corts. Ella no podía parar de llorar, ella estaba destrozada, pero ellos le dijeron "señora siéntese aquí". Un gesto de humanidad que siempre atesoraré. Un gesto que no he visto ninguna de las personas que aquel 29 de octubre deberían haber cuidado de la seguridad y de las vidas de sus ciudadanos.
Dolores se ha convertido en una segunda madre para muchos de nosotros. Sé que esto no es consuelo para ella, pero quiero que sepa que no solo para miles de valencianos, sino para millones de españoles ella es una más en nuestras familias. Es tan maravillosa que cuando vas a su casa te tiene el café y las galletas de chocolate preparadas, te cuida como si fueras de su propia familia. Porque ella es así, generosa y buena hasta decir basta. Es amor y generosidad en estado puro.
Dolores solo te voy a decir una cosa: aquí me tienes. Aquí nos tienes y nos tendrás a todos. Eres la dignidad hecha persona. Sigue con tu lucha. Sigue por tu marido, por tus hijos y por todos nosotros. Solo te voy a decir una cosa: eres mi gasolina, tus abrazos han sido para mí algo que atesoraré siempre, y te prometo que mientras me quede voz ahí estaré siempre para ti, y para todas las víctimas. Gracias por devolvernos la esperanza y la humanidad. Gracias.
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