Los sondeos inciertos confieren a la campaña electoral un notable protagonismo a la política de pactos para garantizar la alcaldía de Barcelona. Naturalmente, ninguno de los candidatos con aspiraciones reales de quedar en primera posición en número de concejales va a quemar sus naves desvelando su decisión definitiva, sería tanto como admitir que no confía en ganar las elecciones. Todos han insinuado en un momento u otro su mapa postelectoral en caso de ganar, aunque a las pocas horas niegan haberlo hecho. Lo que no avanzan es que harán en caso de perder. La primera gran incógnita de esta campaña es, pues, saber quién quedará por delante y la segunda incógnita es vislumbrar si Ada Colau votaría a Jaume Collboni de obtener el socialista un voto más que ella.

Xavier Trias advirtió el otro día a sus colegas aspirantes que en materia de pactos no hay que anatemizar a ninguna opción con antelación para no tener que sonrojarse el día después de las elecciones. De hacer caso a las actuales declaraciones de los candidatos, no habría combinación posible para pactar la alcaldía; pero se sabe que es humo de campaña, porque la llamada del poder municipal es fuerte y la atracción de alcaldía de Barcelona justifica cualquier acuerdo de investidura.

Colau ha gobernado sus dos mandatos con el PSC y ambos socios han demostrado buena sintonía, exceptuando, naturalmente, los meses preelectorales. Barcelona en Comú ha quedado por delante de los socialistas en estos dos comicios y el PSC la ha apoyado incluso cuando Colau quedó por detrás de ERC. En esta ocasión, la mayoría de sondeos apunta la hipótesis de un resultado muy ajustado con una victoria a los puntos de Jaume Collboni, excepto el CIS, que anunció un empate técnico entre los dos socios, con la alcaldesa por delante. Este escenario abre una variedad de combinaciones, casi todas a tres bandas, en las que por primera vez Colau y los Comunes podrían tener que enfrentarse a la evidencia de tener que conceder sus votos al PSC para asegurar un gobierno de izquierdas.

El PSC ya ha venido demostrando que lo puede hacer; sin embargo, no se conoce una frase de Colau en el sentido de estar dispuesta a votar a Collboni como alcalde si se da el caso. De momento, Colau se ha concentrado en afirmar su voluntad de gobernar con un tripartito de izquierdas y en denunciar la voluntad de Collboni y Xavier Trias de sumar sus votos para desalojarla de la alcaldía. Ciertamente, Trias ha afirmado con toda claridad que los votos de Junts no facilitarán a la alcaldesa la renovación del cargo. Y ERC no parece dispuesta a ofrecer a sus concejales a Colau para superar los 21; los republicanos siguen dolidos por su fracaso en materializar su victoria electoral de hace cuatro años con la alcaldía, por culpa del movimiento de los Comunes y PSC en obtener el voto de Manuel Valls, por entonces candidato de Ciudadanos.

El hecho de que dos de los cuatro candidatos a participar en combinaciones de tres grupos para configurar una mayoría municipal hayan puesto el énfasis en no votar a Colau le complica mucho el futuro a la actual alcaldesa. En realidad, le deja en manos del PSC. Los socialistas, en cambio, confían en disponer de varias opciones, incluso sin la participación de los Comunes. Con Junts, sus archienemigos identitarios, los socialistas pactaron la Diputación de Barcelona, en detrimento de un acuerdo con Comunes y ERC. Y con los republicanos, la experiencia dice que le están permitiendo a Pere Aragonés un gobierno en minoría absoluta en la Generalitat y ERC vota con el PSOE en el Congreso tan a menudo que no pueden negar su condición de socios.

Las posibilidades de acuerdos multilaterales entre PSC, Junts y ERC descansan también en la hipótesis de que los tres partidos dispondrán de un buen álbum de cromos a cambiar al cierre de las urnas. El Ayuntamiento de Barcelona es el cromo más valorado, pero las diputaciones y las tres capitales de provincia pueden favorecer el intercambio de favores postelectorales. Los Comunes, por el contrario, disponen de muchas menos bazas para poner sobre la mesa, una circunstancia que podría perjudicar las expectativas de Ada Colau de reeditar la alcaldía.