La elección de Jaume Collboni como alcalde de Barcelona con los votos del partido de Ada Colau y los del PP no solo aguó la fiesta preparada por Junts y ERC para celebrar la investidura de Xavier Trias sino que ha forzado a Barcelona en Comú a tomar conciencia de la fuerza irresistible de la razón de estado que para socialistas y populares es el pan nuestro de cada día, especialmente tras el desafío independentista de 2017. Aunque de momento y estando sus líderes en campaña para las generales, han optado por responsabilizar a los protagonistas barceloneses del acuerdo.

Todo estaba preparado en el Saló de Cent para la celebración de una fiesta independentista, con la presencia de todos los dirigentes de Junts y ERC que habían cerrado ya un acuerdo para gobernar en minoría el Ayuntamiento de Barcelona. Era un secreto a voces que el PP votaría la candidatura de Collboni para evitar que Trias fuera alcalde y Colau siguiera en el gobierno local; sin embargo, la reticencia de los Comunes a coincidir con el PP había dado alas a su ilusión. A poco del inicio de la sesión, trascendió que los Comunes votarían a Collboni y luego pasarían directamente a la oposición. Colau dijo posteriormente que la perspectiva del regreso “de los del 3%” les convenció de que votar al PSC “era el mal menor”. En eso coincidió con el PP, quien también consideró que el alcalde Collboni era una elección para “evitar males mayores”.

Jaume Collboni en su primera intervención reconoció que los votos recibidos respondían a motivaciones contradictorias, pero se comprometió a contemporizar con las diferencias para poder ser el alcalde de todos. Sus 10 concejales dan para poco, como le recordaron Trias y Colau , aunque ambos iniciaron sus mandatos con minorías comparables. El disgusto expresado con toda claridad por Xavier Trias y Ernest Maragall por el desenlace de la función, hacen difícil pensar que a corto plazo puedan ser socios del PSC. Un dolido Ernest Maragall, que hace cuatro años ya vivió una situación parecida, calificó el acuerdo alcanzado por el PSC por separado con Colau y Daniel Sirera de “espectáculo indigno” por contrariar el resultado de las elecciones. El cabeza de lista de los republicanos pasó por alto que Junts y ERC han hecho lo mismo en Girona, donde habiendo ganado las elecciones el PSC, los independentistas han asegurado la alcaldía al aspirante de la CUP.

El PP, ya dejó claro que después del trágala de la investidura no pueden contar con ellos para nada. Vox está fuera de la ecuación como todo el mundo dejó claro, aunque todos los presentes en la sala tenían en mente la negativa de Junts a colaborar con el resto de grupos democráticos en Ripoll para evitar que la ultraderecha catalana se hiciera con la alcaldía; claro que ésta ultraderecha es ultranacionalista.

Así pues, el futuro de la alcaldía de Collboni pasa por los Comunes. Colau, después de desahogarse en críticas al nuevo alcalde, afirmó en su discurso que trabajarían para conformar un tripartito de izquierdas, aunque este horizonte deberá esperar algún tiempo para que se cierren las heridas causadas por la sorpresa PP y se desinflame el despecho exhibido por los sorprendidos (Colau incluida) por la política pragmática de los defensores del estado. Probablemente este escenario requiera de algunas dimisiones.

Xavier Trias anunció que se iba durante su discurso, después de acusar a los que le han impedido su retorno a la alcaldía como responsables del enfrentamiento político que se vive en el país, olvidando que la participación de su partido y de sus socios de ERC en acontecimientos algo más graves que los vividos en el Saló de Cent también tendrá gran parte de culpa. Ada Colau ya lo dejó dicho en campaña, que de no ser alcaldesa no seguiría en el consistorio. Ernest Maragall no se ha pronunciado sobre su futuro, sin embargo, el tono airado de su intervención (“los ciudadanos no permitirán este espectáculo indigno”) hace difícil aventurar su futuro inmediato y menos todavía su predisposición a formar parte de un tripartito de izquierdas. Otra cosa puede pensar ERC dentro de unos meses, tras las elecciones generales.

El giro de los acontecimientos en el Ayuntamiento de Barcelona ha permitido presenciar unas de las pocas escenas de solidaridad entre Junts y ERC durante esta etapa de los pactos para constituir los ayuntamientos. Uno y otro han ido pactando con el PSC, alternativamente y afeándose mutuamente el acuerdo con los socialistas. Por segunda vez consecutiva, PSC y los Comunes han frustrado el horizonte de un alcalde independentista para la capital de Cataluña, con el concurso en una ocasión de Manuel Valls y Ciudadanos y la otra del PP. Habrá que dejar pasar unos días para comprobar el efecto que pueda tener el episodio barcelonés en las relaciones convulsas entre los dos partidos independentistas. La actual campaña electoral no les ayuda a recomponer la situación; luego ya se verá.