En los demás partidos hay crisis, discrepancias y debates; en Vox hay jefes, órdenes y opacidad. Cuando en el Partido Popular, el Partido Socialista, Ciudadanos o Podemos se produce la renuncia, cese o dimisión de un cargo institucional u orgánico importante, el periodismo atosiga a sus fuentes y escudriña en las interioridades de la organización hasta dar con las claves de lo sucedido. No es un trabajo inútil: saber lo sucedido da pistas importantes sobre el equilibrio de fuerzas dentro del partido, sobre sus puntos fuertes o sobre sus carencias tácticas.

No sucede lo mismo con Vox. La opacidad del partido de extrema derecha es casi total. Y tampoco su estructura, más autoritaria que propiamente jerárquica, se parece a la de los demás partidos. Vox es otra cosa. Nacido para ser el menos partido de los partidos, su destino es acabar siendo todo lo contrario: el partido más partido de todos, el partido que lleva hasta el extremo la inclinación natural de todo partido a la jerarquía, el monolitismo y la alergia a la democracia interna.

La semana pasada el portavoz parlamentario andaluz de Vox, Alejandro Hernández, era destituido de modo fulminante y sustituido por el también diputado Manuel Gavira. Al contrario que en otros partidos con representación en la Cámara autonómica, en Vox el portavoz parlamentario es la cara visible de todo el partido, no únicamente del grupo parlamentario. Un partido y un grupo que puede que tengan, ciertamente, una estrategia andaluza propia, pero que una estrategia se decide directamente y sin complejos desde Madrid.

El hecho de que Hernández, como con anterioridad el juez hoy acorralado por la justicia Francisco Serrano, llevara todo el peso de la representación pública del partido hace más relevante si cabe su destitución, decidida por la dirección nacional, que ha colocado en su lugar a Manuel Gavira, no necesariamente más ultra que Hernández en sus posicionamientos ideológicos, pero quizá con órdenes muy precisas de endurecer la relación con el Gobierno andaluz, cuya estabilidad depende de la voluntad de Vox.

En dos entrevistas a medios de comunicación locales, Gavira han sido poco explícito sobre las razones de su nombramiento. Con cierta vaguedad y medias palabras ha venido a sugerir que su antecesor era demasiado blando con la Junta.

La pista más clara de por qué el cambio la daba Gavira a la periodista de El Mundo Teresa López Pavón: “Lo importante –decía el nuevo portavoz en la entrevista– es el mensaje, no el mensajero. No hay un trasfondo de conflicto ni de guerra interna. Alejandro Hernández ha sido el primer gran portavoz parlamentario que ha tenido Vox a nivel nacional. Pero el partido ha decidido que hay que marcar diferencias con el Gobierno de Andalucía porque, cuando se crea un clima de confianza, hay más complicidad y más abuso”.

En Diario de Sevilla, Gavira respondía a la misma pregunta de Juan Manuel Marqués Perales en estos términos: “Hay que hacer un discurso más claro, más contundente, no tan mimetizado con el del Gobierno, pero yo no voy a hacer un discurso más duro, sino el de Vox. Nuestro discurso debe ser claro, sin ambages, que se distinga que es de Vox”.

Se ha llegado a relacionar la destitución de Hernández con la posibilidad de que la futura candidata a la Presidencia de la Junta sea Macarena Olona, pero lo cierto es que la propia Olona se apresuró a desmentir tales especulaciones: a fin de cuentas, quién vaya a ser el candidato ultra en las autonómicas los decidirá Madrid.

Más allá de las formas que despliegue Gavira, su línea roja es la estabilidad del ‘Gobierno del cambio’, proclamada explícitamente hace unas semanas por el líder nacional Santiago Abascal en una rueda de prensa-mitin en Sevilla.

Que, con Gavira de portavoz, Vox endurezca su retórica no debería preocupar mucho al presidente Juan Manuel Moreno considerando que el partido ultra no tiene entre sus planes ponerlo en aprietos, como sería no aprobarle los Presupuestos de 2022.  En lo que resta de legislatura Vox puede que suba algo el precio de su apoyo, pero no tanto como para que San Telmo no pueda pagarlo de buen grado.