El PSOE se ha conjurado para conservar o al menos perder lo menos posible de lo que tiene; el PP reza para no desplomarse al vacío empujado por Ciudadanos; estos sueñan con sustituir a aquel como alternativa al Partido Socialista, primero en Andalucía y después en España; y Adelante Andalucía –bastante parecida a la IULV-CA de Julio Anguita, aunque con Podemos haciendo de PCA y el PCA haciendo de Verdes– respiraría con alivio si lograra los 20 diputados que Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo sumaron por separado en 2015 y que, en cualquier caso, convertirían a la confluencia de izquierdas en el actor tal vez más decisivo de la legislatura.

Siendo esos los objetivos, los partidos parecen haber acomodado a ellos las estrategias de campaña. El PSOE de Susana Díaz observa con regocijo la feroz competición desencadenada en las derechas y con alivio la renuncia de Teresa Rodríguez a la transversalidad política y la ambigüedad ideológica propugnadas por Íñigo Errejón para arrebatar a los socialistas la hegemonía de la izquierda.

Amaos los unos a los otros

Ese nuevo escenario ayuda a explicar la no insólita pero sí inusual campaña en positivo que parece proponer el PSOE. La máquina de triturar adversarios que solía ser el Partido Socialista en periodo electoral no está en modo off pero casi.

Susana Díaz exhorta dulcemente a sus enemigos a hablar bien de Andalucía, propugna con mansedumbre una campaña no manchada por el barro y, tal vez lo más importante, aprovecha el tiempo muerto desde la convocatoria de las elecciones para remarcar la apuesta de su Gobierno por los bienes de este mundo: más sanitarios, más maestros, más ayudas al alquiler, más dinero para la la dependencia, más plazas en residencias, acogida solidaria de los MENA, rápida atención a los damnificados por el temporal…

¿Y tú de quiéres eres?

Ciertamente, el combate entre el PP y Ciudadanos aminora la presión sobre el flanco derecho del Partido Socialista, a su vez flanco izquierdo de los naranjas que estos han descuidado para concentrar el grueso de sus efectivos en la conquista de territorio genovés.

Solo así se explica el giro de 180 grados operado en el discurso de Juan Marín, que en apenas unas pocas semanas ha pasado de socio exigente pero leal del Partido Socialista a prometer solemnemente que, bajo ninguna circunstancia, volverá a hacer presidenta a Susana Díaz. Cuesta acostumbrarse al flamante perfil antisocialista de Marín.

Regreso al pasado

A su derecha, el Partido Popular se diría que anda buscándose a sí mismo. La irrupción de Ciudadanos, la caída de Rajoy, la bisoñez de Casado, la inconsistencia de Moreno, las ponzoñas del pasado, las sentencias del futuro… Demasiados contratiempos a la vez.

Todo ello tal vez ayude a explicar el llamativo estilo de campaña que parece haber adoptado la dirección del partido con escenificaciones tan arriesgadas como la de dar una rueda de prensa ante un puticlub para denunciar los pecados socialistas del pasado o tan desconcertantes como rescatar la célebre foto de la tortilla con Felipe González y Alfonso Guerra para reprochar a Pedro Sánchez y Susana Díaz ¡no ser tan buenos socialistas como aquellos!

Traje nuevo

Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, por su parte, afrontan la campaña con el entusiasmo de quien estrena traje nuevo. Adelante Andalucía es un invento cuasi confederal en el que ambos han puesto tantas esperanzas como recelos ha suscitado en los dirigentes nacionales de Podemos. La concepción, nacimiento, bautizo, confirmación y puesta de largo de la nueva criatura son acontecimientos a los que no han sido invitados los federales que dirige Pablo Iglesias.

Si Susana Díaz destensa el tono de la campaña, Teresa Rodríguez lo tensa; si una lo baja, la otra lo sube. La presidenta es consciente de la conveniencia de allanar el camino con aquellos a quienes podría necesitar a partir del 2 de diciembre para ser nuevamente investida, mientras que Rodríguez se afana más bien en todo lo contrario: poner obstáculos, marcar distancias y airear reproches, confiada en que esa estrategia le permitirá arañar votos socialistas desencantados y, llegado el Día D, le ayudará a justificar el elevado precio de su voto a una virtual investidura.