Vox no quiere seguir siendo para siempre el eterno segundón de la derecha española. La lectura principal que cabe hacer de la moción de censura contra Pedro Sánchez que el partido ultra presentará en septiembre y que su líder Santiago Abascal anunció este miércoles es mucho más inquietante para Pablo Casado que para el destinatario nominal de la misma: es imposible que la moción derribe o haga tambalearse siquiera al Gobierno “de socialistas, comunistas y separatistas”, pero es muy probable que debilite al líder del PP.

Aunque no por boca de Casado, que no quiere espantar al electorado de Vox susceptible de regresar a la casa común de Génova, el PP ya ha anunciado que votará en contra. Y lo mismo hará, obviamente, Ciudadanos. Lo que no podrán evitar uno ni otro son los dos días de gloria que esperan a Abascal, que ya en los debates electorales demostró gran pericia para aprovechar sus oportunidades. Y la moción de censura lo es.

Preguntas andaluzas

En el PP de Andalucía y en el Gobierno autonómico que preside Juan Manuel Moreno Bonilla se preguntan si la moción de Abascal es un hecho aislado o forma parte de una estrategia de alcance dirigida no ya a recuperar el terreno que Vox parece estar perdiendo en las encuestas, sino a arrebatar al PP la primogenitura de la derecha española.

La pregunta es importante porque de su respuesta depende no, ciertamente, la continuidad a corto plazo del Ejecutivo andaluz, pero sí su estabilidad a medio plazo.

La placidez de que viene disfrutando Moreno en su oasis andaluz podría tener los días contados, pues una ofensiva ultra cuya estación término fuera Génova 13 no excluiría de su itinerario el cerco a estaciones intermedias pero de tanta importancia estratégica como Sevilla: debilitar a Casado pasaría por debilitar a Moreno.

Si el PP mejora sus posiciones en Andalucía, y solo puede hacerlo a costa de Vox después haber arañado los votos conservadores que emigraron a Cs, las opciones de Vox de un sorpasso nacional al PP o simplemente de recortar drásticamente la distancia que todavía separa a ambos, se verían muy mermadas.

Vox tiene delegaciones, no federaciones

En el ecosistema político andaluz se da por descontado que la dirección regional de Vox es una mera delegación de la dirección nacional. El partido ultra no entiende de federalismos: en él manda Madrid y solo Madrid.

Si el disciplinado portavoz ultra andaluz Alejandro Hernández recibe la orden de no dar su apoyo a los Presupuestos autonómicos de 2021, no lo dará. ¿Es seguro hoy por hoy ese apoyo? No. Es probable, pero no seguro.

Lo que sí es seguro es que Vox subirá significativamente el precio de su respaldo a las cuentas del año que viene. El problema para Moreno es que un precio tan alto que hiciera inocultable el escoramiento a estribor de la nave de San Telmo le sería políticamente muy oneroso.

Para las aspiraciones electorales del presidente andaluz es clave asentar una imagen de político dialogante, moderado y centrista: el escollo, y la paradoja, es que para lograrlo necesita inexcusablemente la ayuda de un partido que es todo menos dialogante, moderado y centrista.

Preguntas en la tormenta

La inquietud generada en el palacio de San Telmo por la ofensiva de Vox se suma a la incertidumbre que reina en las filas andaluzas del partido naranja, donde es patente la falta de sintonía entre su líder y vicepresidente de la Junta Juan Marín y la lideresa nacional Inés Arrimadas, comprometida en regresar a la transversalidad que su predecesor Albert Rivera abandonó persiguiendo con temeridad el fantasma del sorpasso al PP.

Preguntas españolas: ¿Le sucederá a Abascal lo que le sucedió a Rivera? ¿Saldrá reforzado de la moción de censura o el seguro fracaso de la misma debilitará su liderazgo? ¿Retrocederá electoralmente Vox si se muestra demasiado agresivo con el PP? ¿Puede permitirse el lujo de no hacer nada mientras el PP se consolida a su costa?

Preguntas andaluzas: ¿Qué concreción tendrá en Andalucía ese viaje proyectado por Abascal cuya primera parada prevista es el Congreso de los Diputados en el mes de septiembre? ¿Tiene Moreno motivos para la inquietud? El presidente sabe que no hay peligro de naufragio, pero no puede no saber que el tiempo que le queda sobre el puente de mando será mucho menos plácido de lo que ha sido hasta ahora.