El martes 29 de marzo de 2022 fue un mal día para el Gobierno andaluz de PP y Cs, hasta el día de ayer encantado con su propio discurso en materia medioambiental que pretende convertir al presidente Juan Manuel Moreno en el paladín de la sostenibilidad, decidido a librar cuantas batallas sea preciso bajo el estandarte de lo que la propaganda oficial ha denominado no sin jactancia Revolución Verde.

En un artículo publicado el año pasado en un periódico amigo, el presidente escribía: “Mi compromiso personal con el medio ambiente y la sostenibilidad es inquebrantable. No hay un minuto que perder: el momento de la Revolución Verde es ahora”. Hoy no se atrevería a escribirlo. No podría hacerlo después de haber escuchado en el día de ayer a Miguel Delibes de Castro, cuya intervención en el Parlamento de Andalucía, a propósito de los planes del Ejecutivo para indultar 1.500 hectáreas de riegos ilegales en el entorno de Doñana, hizo trizas el flamante traje verde del presidente autonómico.

Delibes no es un ecologista radical ni un perroflauta medioambiental. Tampoco milita en las izquierdas bolivarianas que han rechazado la Proposición de Ley de PP, Cs y Vox para legalizar cultivos que en su día fueron terrenos forestales graciosamente reconvertidos en agrícolas por alcaldes, mayoritariamente socialistas, de los pueblos del Condado de Hueva donde se ubican las plantaciones de fresa que están desecando el acuífero del Parque Nacional.

Presidente del Consejo de Participación de Doñana, Miguel Delibes hijo es un biólogo internacionalmente respetado a quien el propio Juan Manuel Moreno impuso el 28 de Febrero pasado la Medalla al Mérito Medioambiental como reconocimiento a su compromiso contra la rapacidad económica que amenaza numerosas especies y provoca la desertización de espacios verdes, algunos tan emblemáticos como Doñana.

Como Delibes es un científico, los argumentos que ofreció a sus señorías fueron rigurosos, exactos e inapelables, aunque el compareciente no quiso contener su indignación ante una norma que, de aprobarse, dañaría irreparablemente el delicado ecosistema de Doñana. Digno hijo de su padre el escritor, Delibes no ahorró adjetivos para descalificar el plan de la Junta: desleal, irresponsable, frívolo, tramposo, irrespetuoso, secretista, inconsistente…

Lo sucedido con la descarada sobreexplotación de las aguas subterráneas de Doñana no es muy distinto de lo que durante años sucedió con el urbanismo de Marbella o con el hotel del Algarrobico: los agentes económicos locales presionan, los alcaldes ceden, la Junta mira para otro lado, el Estado se hace el sueco, los medios no se enteran, la justicia se eterniza y, cuando estalla la bomba y todo el mundo exclama indignado ‘qué escándalo, aquí se construye’ o ‘qué escándalo, aquí se riega’, los daños ocasionados son tan gigantescos y el volumen de inversión, beneficios y empleos es tal que castigar a los delincuentes resulta muchísimo más costoso que amnistiarlos.

Ya el propio Plan de la Corona Norte, aprobado en 2014 y que ahora pretende ampliar San Telmo, tuvo mucho de indulto a miles de hectáreas de prósperos regadíos cuya prohibición era ya inviable. Se regularizaron, sí, pero al menos fue tras un trabajosísimo proceso de análisis, alegaciones y diálogo que, impulsado por la Junta, se prolongó durante años y contó finalmente, como recordó Delibes en el Parlamento, con el respaldo de “la Unión Europea, la Unesco y el Estado”.

Doñana puede convertirse en un Algarrobico 2 pero elevado a la enésima potencia. Ciertamente, Bruselas no lo permitirá, pero es muy posible que cuando su prohibición sea efectiva ya sea demasiado tarde; en cuanto al actual Gobierno central, también es cierto que se opone, pero nada nos garantiza que un futuro Gobierno de PP y Vox vaya a opinar lo mismo, más bien cabe temerse todo lo contrario.

Mientras, el PSOE de Juan Espadas ha cometido un error tal vez irreparable al optar por la abstención y no por el voto en contra en la tramitación de la Proposición de Ley. Es una abstención difícil de explicar, pues no solo tiene mucho de impugnación del plan de 2014 promovido por un Gobierno socialista, sino que además deja visibles manchurrones en el traje verde que con tanto garbo gusta lucir el partido.