Durante el mes de mayo, el mes en el que se celebra el Día del Trabajo, el escritor y editor Joaquín Recio realizará diez entrevistas a trabajadores/as y personas vinculadas a la cultura. Un segmento de la producción que no tiene mucha visibilidad más allá de las estrellas de cine o los cantantes ligados a grandes emporios empresariales. Un paseo a ras de la tierra, a pie de tajo, de la cultura más diversa que nos ayude a comprender la importancia de la cultura, su valor en sí y su valor como mercado en este contexto de crisis mundial por el coronavirus.

MOISÉS BEDMAR, colectivo ContraCultura (Puente Genil)

 

P: ¿Cómo defines al colectivo Contracultura? ¿A qué se dedica fundamentalmente?

Como un modelo de autogestión y libertad programática. ContraCultura nació de la necesidad de auto proveernos de un tipo de cultura que las instituciones públicas y la industria del entretenimiento ya no están dispuestas a ofrecer. Fue entonces cuando entendimos que si queríamos acceder a determinadas experiencias culturales debíamos organizarnos y trabajar. Con una atención especial por lo marginal y las culturas subalternas, diría que dedicamos nuestros esfuerzos a promover la cultura popular, filtrándola bajo nuevos parámetros de contemporaneidad. O algo así, jajá.

P: Además, el movimiento cultural en torno al cine en la provincia de Córdoba es importante y en Puente Genil tiene también su ejemplo. ¿Por qué?

Cuando aparecimos con CortogeniAl al inicio de la anterior crisis (2010), la cultura estaba en claro retroceso y cada día desaparecían festivales como el nuestro. Por ello hemos visto con alegría la llegada, en los últimos años, de nuevas propuestas audiovisuales como las de Montalbán, Montilla, Santaella, o las producidas por el colectivo Brumaría. El siguiente paso podría ser establecer redes de colaboración y apoyo entre las mismas. En nuestro festival siempre hemos intentado alejarnos de los tópicos asociados al festivaleo, centrándonos en la calidad de las películas y en la importancia del visionado colectivo. Al tiempo, la participación de las gentes del pueblo en las diversas actividades ha sido otro eje fundamental. Lo cual ha producido un público propio, fiel a cada una de las diez ediciones celebradas.

P: Además participas en estructuras culturales cinéfilas en Andalucía, ¿cómo valoras esto en su conjunto?

Como parte del tejido asociativo de nuestra comunidad, sabemos la importancia de colectivizarse para tener influencia en la defensa de tu sector. Por ello la integración de CortogeniAl en ASFAAN, asociación de festivales audiovisuales de Andalucía, fue un proceso natural. Máxime en un momento donde en nuestro Parlamento se estaba debatiendo la nueva Ley Audiovisual de Andalucía. Hay que recordar que los festivales de cine son los grandes divulgadores del cine andaluz, por ejemplo, y que cumplen una función social como conectores entre el público y aquellas producciones que no optan a un recorrido comercial. En definitiva, son la única alternativa comunitaria contra la homogeneización del mercado.

P: ¿Crees que tiene utilidad la cultura para el desarrollo de otros temas? (memoria histórica, por ejemplo).

Tan solo la legislación supera la capacidad del objeto cultural como medio para la transmisión de valores comunitarios. Podemos poner miles de ejemplos: La Odisea trasciende lo lirico y lo poético para devenir en relato histórico y código de conducta de su tiempo, o los Episodios Nacionales de Galdos como la mejor crónica del siglo XIX español. Existen riesgos en esa doble funcionalidad, la cultura puede emancipar pero también puede ser un método de control social mediante la perpetuación de estereotipos. En la deliberada falta de información, por ejemplo, del periodo de la Guerra Civil en el programa educativo, buena parte de la población española, ha terminado asumiendo como verdad histórica lo visto en determinadas películas o leído en algunas novelas. Pese a lo fundamentado o documentado que puedan estar algunos de estos artefactos culturales, en ciertas cuestiones objetivables, se hace necesario dar prevalencia a la ciencia. Por ello, desde ContraCultura acabamos de poner en marcha un proyecto piloto en la biblioteca de Puente Genil, que centraliza los estudios e investigaciones en materia de memoria histórica de los diferentes municipios de la provincia de Córdoba.

P: ¿Qué problemas en general, y en lo concreto para Puente Genil, ves con la crisis de coronavirus?

El principal problema es comprobar cómo la desaparición de millones de vidas humanas por todo el mundo, no parece suficiente para plantear cambios estructurales en el actual modelo productivo de sobreexplotación de los recursos naturales. A esto hay que sumar que comienza a pergeñarse una salida de esta crisis análoga a la de 2011, donde se pasó de ¨refundar¨ el capitalismo a rescatar, con cantidades indecentes de dinero público, a las entidades financieras causantes del colapso. Puente Genil no es ajeno a este complicado marco global que se avecina. Por aportar en positivo desde un enfoque profesional de la gestión cultural, me gustaría proponer un plan de reactivación del sector cultural de mi comunidad. Al hilo de todos esos planes urbanísticos que se nos presentan (una vez más) como motores de la economía, propondría elaborar un programa de microeventos realizados por músicos, artistas o poetas locales, en diferentes comercios y negocios de Puente Genil.

P: ¿Hay alternativas desde lo local?

En pleno proceso de sistematización de la precariedad, las grandes urbes se han convertido en un medio hostil para las clases trabajadoras. En este nuevo contexto la ciudad ha perdido la primacía como promotora de la vanguardia. Su oferta cultural acaba fluctuando entre las propuestas hegemónicas sustentadas por la administración pública y las iniciativas que buscan un reporte económico inmediato. En lo local, por contra, los tiempos (y las cifras) son otros, es posible asumir mayores riesgos creativos, o perpetuar los contenidos hasta su implantación. No es solo que haya alternativa, es que el cambio de paradigma ya se ha producido. Las redes de apoyo mutuo realmente funcionan y permiten construir iniciativas horizontales surgidas desde la ciudadanía de cada lugar. En la última década, la mayoría de experiencias interesantes aparecidas en nuestro país en torno al cine, la literatura, la música, el teatro, la poesía o el arte, se están dando sin duda en el medio rural.

El ejemplo de Córdoba es muy revelador en esto que estamos hablando, la gente se sorprendería al conocer que en la actualidad existen al menos ocho festivales o muestras dedicadas exclusivamente al arte contemporáneo en diferentes pueblos de la provincia, un número parecido de festivales de cine, de certámenes teatrales o de encuentros poéticos. Junto a ellos, experiencias absolutamente avanzadas de arte sonoro, videopoesía o agrolandart. Eso está ocurriendo, está ocurriendo ahora y promovido por colectivos locales surgidos del propio territorio.

P: ¿Cómo valoras la gestión del Gobierno en cuanto a la cultura?

Por el momento inexistente. La elección misma del ministro no anticipaba nada halagüeño, sus primeras declaraciones con cita incluida a Orson Welles, no hicieron sino corroborar la sospecha. En el periodo democrático, la instrumentalización cultural de determinadas artes populares mediante la creación de institutos, cátedras, delegaciones, concejalías… solo ha servido para desactivar lo explosivo de las mismas. No espero demasiado en estos momentos, más bien echo de menos una política estatal a la altura de nuestra tradición artística.

P: Algo que desees decir sobre la situación actual.

Más que decir, me gustaría sentir que este tiempo de reclusión ha servido de algo, sentir que gobernantes y gobernados somos al fin una misma cosa, que la economía social empieza a reinar sobre el capital y que el decrecimiento genera ya riqueza. Y como no hay que descartar la utopía prefiero despedirme con un cante de la Niña los Peines que resume nuestra conversación: ¨Quisiera yo renegar de este mundo por entero, volver de nuevo a habitar, por ver si en un mundo nuevo encontraba más verdad¨.