Este martes se presenta públicamente, en el Salón de Plenos de la Diputación de Córdoba a las 12 horas, el Manifiesto en Defensa de Andalucía, enmarcado en la celebración del Centenario del Manifiesto de la Nacionalidad de Córdoba de 1919. La Ruta de Blas Infante ha realizado un llamamiento a municipios de toda Andalucía para que se sumen a este manifiesto.

El Manifiesto va a ser leído por la nieta de Blas Infante, María Jesús Naranjo Infante, y la diputada de Cultura, Marisa Ruz García. A continuación, está previsto en el Patio de la Diputación el despliegue de una gran bandera de Andalucía y foto de familia.

Además de la nieta de Blas Infante y la diputada de Cultura, Marisa Ruz, está prevista la asistencia de los alcaldes de los diez municipios de la Ruta Blas Infante, Archidona, Casares, Coria del Río, Cantillana, Castro del Río, Isla Cristina, La Puebla del Rio, Manilva, Peñaflor y Ronda.

A continuación reproducimos el texto íntegro del Manifiesto:

Andaluces y andaluzas:

El pasado 1 de enero, se ha cumplido un siglo del Manifiesto de la Nacionalidad, también llamado Manifiesto Andalucista de Córdoba, de 1919. Un texto acordado, como se indica en su propio encabezamiento, por el Directorio Andaluz de Córdoba de ese año y que fue refrendado por la Asamblea Autonomista reunida en la ciudad califal dos meses después, el 25 de marzo.

El texto, en el que emerge con claridad la prosa y el pensamiento del Padre de la Patria Andaluza, Blas Infante, bebe del proyecto de Constitución Federal de la Asamblea Federalista de Antequera de 1883 y de la Asamblea de Ronda de 1918, en la que se proclama el carácter de "realidad nacional" de Andalucía, carácter que, por cierto, recoge hoy nuestro actual Estatuto de Autonomía en su Preámbulo.

El Manifiesto Andalucista de Córdoba, con un lenguaje tan apasionado como barroco y solemne, exhorta a todos los andaluces y andaluzas, "de todos los campos y partidos", con la única excepción de lo que denomina "seudointelectualidad andaluza y española, de espíritu castrado y de alma cobarde" a sumarse a la gran empresa de construir Andalucía, a "luchar juntos por su común redención", a "reanudar (nuestra) vuestra interrumpida historia" y abolir los "poderes centralistas de un Estado que con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la libertad". Sin que a ese Estado le valga, para resguardar sus intereses, esconderse detrás del "santo escudo de la solidaridad o unidad".

Más allá de las formas, alambicadas y florales, hijas sin duda de un tiempo y unas modas, el manifiesto no es más, ni menos, que otro peldaño en el titánico esfuerzo de un puñado [100 años de Manifiesto Andalucista de Córdoba] 1919/2019 Página | 2 legislativo, ejecutivo y judicial; en definitiva, capaz de agarrar con fuerza las riendas de su futuro, haciendo valer el mandato contenido en el himno: Andalucía por sí, para España y la Humanidad.

Un siglo después de este grito desesperado para despertar a las "conciencias calladas", parece un buen momento para poner al día aquel anhelo, para reflexionar sobre los avances, las oportunidades y los retos que nos aguardan a andaluces y andaluzas.

Es evidente que la Andalucía de hoy nada tiene que ver con la Andalucía de principios del siglo XX. Del mismo modo, y a pesar de los aspectos mejorables y de la crisis política y económica que atravesamos, la realidad española y su democracia poco se parece a aquella España de caciques centralistas a los que alude el Manifiesto Andalucista de Córdoba y que se ha prolongado durante buena parte del siglo pasado. Así, con la excepción del aciago paréntesis de la guerra civil y la posterior dictadura franquista, el desarrollo económico, social, político y cultural de todos los territorios del Estado, incluida, naturalmente, Andalucía, no es discutible.

Sin embargo, en este primer cuarto del siglo XXI, más allá de la persistencia de los desequilibrios territoriales, algunas cuestiones siguen sin resolverse si atendiéramos, no al literal del histórico manifiesto, sino a la finalidad, al elemento teleológico, al objetivo último perseguido por aquellos hombres liderados por Blas Infante, que no era otro que la redención de Andalucía y su habilitación para que se pudiera constituir en una "democracia autónoma".

Desde un punto de vista formal, la consecución, contra todo pronóstico, de la autonomía "de primera" por la vía del art. 151 de la Constitución Española, gracias a la masiva movilización popular del 4 de diciembre de 1977, si bien nos acercó al modelo reservado inicialmente (y exclusivamente) para las mal llamadas nacionalidades históricas, desde el punto de vista material, las diferencias siguen siendo sustanciales. Disponer de una herramienta política de geometría variable como es un Estatuto de Autonomía, arrojará resultados dispares en función del empeño que pongamos en explorar todas las posibilidades que nos brinda y de la fe que tengamos en nuestras posibilidades. En Andalucía, frecuentemente se ha hecho uso de nuestro poder político no en beneficio propio sino en beneficio de otros intereses, lo que en muchas ocasiones ha supuesto la pérdida de grandes oportunidades.

En lo social y cultural, aspectos esenciales para seguir forjando el "ser" andaluz, no podemos negar que durante las últimas décadas del siglo pasado su "genio creador" ha recuperado en parte el fuelle de un "pueblo vivo", pero no es menos cierto que el asimilismo centralista ha tenido por tendencia hacer suyo lo andaluz, singularmente lo que brilla, y, al mismo tiempo, reforzar los tópicos, proyectando una idea distorsionada de Andalucía que no favorece a nuestra tierra y en nada ayuda a su desarrollo. Esa actitud indolente con lo nuestro, con nuestra forma de ser y entender el mundo, con nuestra identidad, ha facilitado la dilapidación del enorme capital político que aquel 4 de [100 años de Manifiesto Andalucista de Córdoba] 1919/2019 Página | 3 diciembre de 1977 el pueblo andaluz depositó ilusionado en sus representantes. Hasta tal punto que hoy, Andalucía, desmemoriada, se ve atenazada por la amenaza de nuevas tensiones regresivas y recentralizadoras, protagonizadas por aquellos que parecen haber olvidado que las mayores cotas de miseria de este pueblo se alcanzaron, precisamente, en los momentos históricos de absoluto dominio centralista.

En la actualidad, Andalucía tiene ante sí retos insoslayables para lograr alcanzar los objetivos que como sujeto de derecho colectivo merece y reclama. Retos que no solo afectan a su encaje en el Estado, sino al diseño mismo de éste en la cada vez más cercana reforma de sus estructuras y nuevo reparto de cartas. El modelo autonómico, tal y como se concibió en la Constitución de 1978, viene dando muestras de agotamiento, lo que obliga, con el mayor consenso posible pero con valentía y audacia, a abordar la concertación de un nuevo pacto social, con un modelo de distribución territorial del poder de corte federal que satisfaga las aspiraciones de todos los pueblos de España, habilitando los cauces adecuados para dar respuesta democrática a cualquier demanda, desde la profunda convicción de que solo la vía democrática y el diálogo nos permitirán encontrar soluciones duraderas a cualquier problema.

En los nuevos tiempos que han de venir, con una revolución digital en ciernes que anuncia transformaciones en todos los campos de la vida, con retos migratorios de importancia creciente y con las correspondientes y trascendentales derivadas económicas, tener resuelto el modelo de Estado es imprescindible, al ser presupuesto previo para poder encarar con garantías los inminentes desafíos a los que inexorablemente debemos enfrentarnos desde todos los niveles de la Administración.

No es necesario decir que Andalucía ha dado muestras más que suficientes, hasta innecesarias por excesivas, de lealtad al Estado. Y que estas, generalmente, no han encontrado la justa reciprocidad. Es decir, el Estado, o para ser más precisos, la Administración Central, no ha estado a la altura, implementando, en cabal correspondencia con esa lealtad, las políticas necesarias para hacer factible una verdadera convergencia económica y social de Andalucía con el resto del país y con la Unión Europea. Así, tener capacidad política y social para provocar una respuesta diferente del Estado frente a nuestras demandas sigue siendo una necesidad material de primer orden. Bien es cierto que se superó el caciquismo clásico, pero no lo es menos que nuestra tierra es frecuentemente ignorada en una suerte de "neocaciquismo" jacobino, ya sea negando el censo real de andaluces a efectos de financiación, ya sea a base de retrasar la ejecución de infraestructuras esenciales para nuestro desarrollo.

Así, más allá de las facultades formales para poner en marcha políticas de forma autónoma que proporciona una herramienta como es un Estatuto de Autonomía, es evidente que en el juego de la política y de los contrapoderes de un Estado complejo como el nuestro, más relevante incluso puede ser el hecho de adoptar una actitud sincera de defensa de los intereses del territorio al que se representa, de defensa de Andalucía. [100 años de Manifiesto Andalucista de Córdoba] 1919/2019 Página | 4 Hoy es preciso incidir en la necesidad de defender con serenidad pero con contundencia los intereses de Andalucía, impulsando, desde la lealtad y corresponsabilidad institucional, un modelo federal que fije con precisión los límites competenciales para poder así, resuelto lo anterior, orientar toda la energía política a la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos y a dar respuesta a problemas de mucho calado que preocupan cada vez más a la población, como son el desempleo, las pensiones, la salida obligada de nuestro jóvenes al extranjero empujados por la ausencia de oportunidades en su tierra, la inmigración, una sanidad pública de calidad, la educación, la creación de empresas o la dependencia, por solo citar algunos.

Por último, la configuración política de Andalucía ha reproducido en buena medida un modelo centralista que no encaja adecuadamente ni con la historia de nuestra comunidad ni con el discurrir de los tiempos, y que ha provocado, como efecto indeseado, cierta desafección hacia las instituciones autonómicas de importantes capas sociales, que han visto defraudadas sus expectativas. Como "país de ciudades" y de comarcas, la futura reforma institucional "ad intra" debe tener en cuenta esta realidad para buscar una mayor cohesión social y territorial, redistribuyendo las instituciones de autogobierno por todo el territorio andaluz de forma decidida y generosa, fomentando el conocimiento de nuestra historia, y haciendo posible también la redefinición de las competencias municipales con el objetivo de adjudicar la resolución de los problemas a la administración más cercana al ciudadano, racionalizando los distintos niveles, evitando duplicidades y siendo más eficientes en la asignación de recursos, dentro del mayor grado posible de autonomía municipal y comarcal. En la reforma que ha de venir, Andalucía debe estar atenta para buscar su encaje en el nuevo modelo de acuerdo con sus necesidades y no necesariamente en los mismos términos en que lo hagan otros pueblos de España, pero en todo caso con las mismas herramientas, con las mismas armas, para competir en igualdad de condiciones.

Así, cien años después, nuestra tierra se enfrenta a retos determinantes en un escenario interno y externo muy convulso e inestable. Unos retos que precisaran una fuerte dosis de "conciencia de personalidad", porque ningún interés puede defender aquél que desconoce u olvida su propio contorno, sus propios límites, aquél que olvida quién es y pierde la memoria; unos retos donde algunos tendrán la tentación, una vez más, de usar a Andalucía como moneda de cambio; unos retos que nos exigirán a todos, individual y colectivamente, dar lo mejor de nosotros mismos, para que de una vez por todas, Andalucía, los andaluces y las andaluzas, abramos los ojos de par en par para contemplar, por fin y de una vez, el horizonte de dignificación que todos deseamos y que, sin duda, merecemos. ¡Viva Andalucía Libre!