Aunque sea desde un fingido escepticismo para controlar las diástoles de mis pasiones, debo confesar que he sido y soy una privilegiada espectadora del cainismo de las listas electorales, el más visceral de los procesos de la producción política. Es ahí donde los muertos resucitan de verdad.

Y donde toda la bilis del enemigo interior se descarga sin piedad en  nombre de los estatutos, de la democracia interna y de la “la autoridadcompetente”, que es lo más en furor orgánico de estos años para acá. En los sociatas, desde que declinó Felipe, todas estas guerras no son más que espadazos de la sucesión interminable, lo que los intelectuales señalan con más fineza como la crisis de la socialdemocracia y eso.

En los tiempos (diría ahora que casi hermosos) de la Ucedé, las familias se mataban con las corbatas puestas. Cristina, sólo te pude decir que somos una piña, se ponía estupendo el secretario general al teléfono. Y al día siguiente una le publicaba en portada la dimisión de la mitad de la candidatura.

Espectáculo interno del bueno los comunistas y afines, con sus purgas de la facción de la facción, eso sí, siempre tirando de los ismos, que daban pocos votos pero concienciados. Troskistas, leninistas, maoístas, lo que llamamos ahora plataformas, mareas y confluencias afilando los cuchillos de las ambiciones bajo la muleta de la ideología. En el fondo, lo que les gustaban es que alguien les ahorrara la enojosa tarea de pensar. Por eso les duró tanto Anguita, hasta que cayó ahogado en la sangre de su propio ismo.

En las derechas, más acostumbradas a la ciega obediencia, la discrepancia adquiere tintes de traición, por lo que, salvo el “flequillismo” de Hernández Mancha, lo que hemos visto es dedazos y banderas. Incluso la irrupción extremosa y vocinglera de Casado no es otra cosa que la reconexión con la línea troncal del aznarismo o aquímiscojones, desintegrando ese centro derecha blandito y casi amable de Rajoy&Soraya, ahora inconcebible.

Un  giro brutal del cainismo socialista hace que lo que hace miles de años llamábamos susanismo entregue sus poderes sin condiciones (pero con mucha mala hostia) al sanchismo federal, que se pasa la militancia por los forros que sea menester. Y la crueldad es mayor si se piensa que el impulso inevitable del engranaje susanista para que el sanchismo gane las elecciones sobradamente en Andalucía será la pistola con la que se dé (el susanismo) un tiro en el pie y se alfombre el relevo orgánico, allá en los territorios de Gómez de Celis y María Jesús Montero.

Mi altocargo, que me ha oído el discurso tres o veinte veces en la última semana y tiene en el currículo unas cuantas muescas alsueloquevienelosnuestros,  apunta con desgana tres cosas:

- Que las matanzas de estos días en todos los partidos vienen a confirmar que la nueva política era una milonga y que los poderes de los aparatos y las militancias se afilan contra los intereses y hasta las expectativas de la población votante, a la que se le reserva para “el baile” de las redes sociales.

- Que estos calores avecinan un final de un mundo en el que los poderosos, los ricos y los locos no vacilan en seguir acumulando riqueza aún a costa de la autodestrucción.

- Que  esos chicos del planeta total aparecidos de la nada que exigen ni un grado más y ni una especie menos, tal vez sea el último brote verde que nos queda. El clima, amore, el clima, es la ideología.