El día tercero de campaña fue el día de las mujeres. O para ser más exactos, el día que se habló de las mujeres. O para afinar un poco más: el día que todos los candidatos y candidatas aseguraron querer a las mujeres muchísimo más que todos sus adversarios y adversarias juntos y juntas y prometerles cosas que difícilmente podrán cumplir. Ellos tal vez no sepan que no las van a cumplir, pero las mujeres desde luego que sí lo saben. Hacer promesas es el rito central de las campañas electorales, del mismo modo que incumplirlas lo es de los gobiernos elegidos. De ahí que, a la hora de depositar su voto, la gente que no tenga demasiado en cuenta esos compromisos flor de un día. El avance, en todo caso, con respecto al pasado es que ya ningún partido obvia ni desprecia a las mujeres ni se mofa de la igualdad, si bien cada uno les rinde homenaje a su particular manera. El Partido Popular volvió a insistir el domingo en el mismo argumento que había aireado el sábado en Sevilla el batallón de ministras que arropó al candidato Moreno Bonilla: la verdadera igualdad es el empleo. El Partido Socialista y Susana Díaz no hacen nada por la igualdad porque no crean empleo, decían los dirigentes populares para a continuación exhibir los porcentajes de paro femenino de Andalucía, muy superiores –al igual que los masculinos– a la media del país. La derecha suele resolver con el comodín del empleo todos los debates en que puede salir perdiendo. ¿Políticas sociales? La mejor política social es crear empleo. ¿Financiar la dependencia? Sí, pero cuando se cree empleo. Desde el PSOE se propone un plan especial para eliminar la brecha salarial entre hombres y mujeres. Y un plan especial contra la prostitución y la explotación sexual. Ah, y que los centros de trabajo con más de 500 empleados dispongan de un centro de educación infantil… Los socialistas, que históricamente han estado en la vanguardia institucional de las políticas de igualdad, deberían ahorrarnos a todos y a todas promesas que no podrán cumplir sencillamente porque estará en su mano hacerlo. El candidato de IULV-CA, Antonio Maíllo, se limitó a decir que querría convertirse en "el primer presidente feminista" porque en Andalucía "hace falta un gobierno feminista para romper con esas políticas de desigualdad y que dé un giro de 180 grados al Instituto Andaluz de la Mujer, que ha sido más propaganda que presupuesto". Si tanto le preocupan a IU las malas políticas socialistas en esta materia bien se podría haber pedido la Consejería de Igualdad cuando negoció en 2012 su entrada en Gobierno de Griñán. No es que Maíllo no fuera sincero en sus críticas y en sus apuestas, es que, en política, la sinceridad que no entraña coste efectivo alguno es una sinceridad estéril. Y también Podemos llevó, aunque algo forzadametne, el agua a su molino. La responsable estatal del área de igualdad de la formación, Clara Serra, aprovechó en Granada el Día Internacional de la Mujer para criticar "las políticas de la casta" que están "golpeando especialmente con las mujeres". Si el empleo es el comodín del PP, la casta es el comodín de Podemos. En la casta cabe todo lo que uno quiera que quepa: la crisis, la opacidad, los sueldos públicos, los coches oficiales, la desigualdad femenina… En Podemos han puesto el listón tan alto tan alto que tendrán un verdadero problema para mantenerse inmaculadamente castos cuando lleguen al poder.