Entre la dirigencia socialista andaluza no ha cambiado la mala opinión que tienen de Pedro Sánchez, pero se han resignado: ganó las primarias y es el secretario general. Pero no se fían.

El modo en que se gestó la decisión de presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy para desalojar de la Moncloa les confirma en esa mala opinión: “Ningún secretario general, ni federal ni territorial, habría actuado como lo ha hecho él, como un dictador, como si fuera César. No ha contado ni con las bases, ni con la Ejecutiva, ni con el grupo parlamentario, que se enteraron de la moción cuando ya estaba registrada”.

¿Un partido confederal?

El dirigente andaluz que así opina en privado jamás diría lo mismo en público, pero su posición refleja bien la desconfianza con que desde la poderosa federación del sur se sigue mirando a Ferraz, hoy más débil que nunca pero con todos los resortes en su mano para tomar decisiones trascendentales como la de la moción de censura, que en la calle San Vicente se sigue con tanta expectación como recelo.

Ferraz va a su aire y San Vicente al suyo. El PSOE es un partido formalmente federal pero materialmente confederal: Sevilla no se mete en los asuntos de Madrid y Madrid no se mete en los asuntos de Sevilla. ¿Hasta cuándo? Hasta que las decisiones de uno sean consideradas letales por el otro.

Elecciones cuanto antes

En el PSOE andaluz no albergan dudas sobre cuál debe ser el futuro de Mariano Rajoy: debe haber elecciones cuanto antes. “La situación en insostenible”.

De las conversaciones mantenidas este fin de semana con personas relevantes del partido se concluye que la posición mayoritaria estaría más cerca de la defendida por Ciudadanos que de la sostenida por la dirección federal socialista. “Todo lo que no sea convocar elecciones pronto es un error”.

¿Pero acaso el PSOE no podría recuperarse en las encuestas si Pedro es presidente? “Presidente, bien, y al día siguiente, ¿qué? ¿Presidente con los votos de Podemos y los independentistas? Sería nuestra agonía. Puede que a cambio de la investidura no pidieran nada, pero al día siguiente empezarían a hacerlo. Estar en sus manos sería un error”.

Dos opciones

Aunque la dirección federal no ha desvelado con claridad su estrategia, de las declaraciones de Pedro Sánchez, José Luis Ávalos o Carmen Calvo parece deducirse que la intención del secretario general es ser presidente con los votos de Podemos, ERC, PDeCat y el PNV con el compromiso de convocar elecciones en unos meses, aunque sin precisar cuántos.

La otra opción es apoyarse en Ciudadanos, pero los naranjas no parecen dispuestos a regalarle al hoy asmático PSOE el balón de oxígeno de sentar a Pedro Sánchez la Moncloa. Ni hablar.

Efectos colaterales

En el PSOE andaluz preocupa tanto la debilidad de un presidente de España en manos de quienes apuestan por romperla como los efectos colaterales que ello podría tener en las elecciones andaluzas, previstas inicialmente para marzo de 2019.

Hasta ahora, Susana Díaz ha contenido la fuga de votos hacia Ciudadanos, entre otras cosas porque no se ha dejado arrebatar por los de Rivera la bandera de la unidad territorial, pero esa situación podría cambiar si un socialista llega a Moncloa gracias al independentismo: Ciudadanos aprovecharía a fondo esa baza para desgastar a la presidenta. ¿Cabe pensar en una ruptura del grupo parlamentario, de modo que los 20 diputados andaluces se nieguen a votar a Sánchez? “Eso no quiero ni pensarlo. Ni pensarlo”.

“Pedro, no me hagas elegir”

En realidad, es demasiado pronto para pensar en un escenario tan dramático. Este lunes se celebra un Comité Federal donde los andaluces, con Díaz al frente, no darán guerra, al menos en principio. Seguirán apostando por un perfil bajo, exiguo, casi catatónico. Apoyarán la propuesta del secretario general. Aunque no les guste, que no les gusta. Aunque recelen de ella, que recelan. Aunque se teman lo peor, que se lo temen.

“Pedro, no me hagas elegir entre Andalucía y el PSOE”: la frase de Susana Díaz en el congreso regional de julio del año pasado resuena de nuevo en las cancillerías socialistas como algo más que una admonición meramente diplomática o un simple calentón fruto del resentimiento orgánico.