Me hubiera gustado titular esta columna justo al contrario: Dispuestos a todo tras la constitución de decenas de comisiones para la reconstrucción, recuperación o salida de la crisis en ayuntamientos, parlamentos autonómicos y en el Congreso de los Diputados. Pero la realidad se ha impuesto con dureza, parece que sus componentes no están dispuestos a nada, salvo a la confrontación.

En Francia, aprovecharon el confinamiento para poner en marcha consultas en línea a la ciudadanía y hacer acopio de propuestas y sugerencias para ser debatidas con posterioridad en las comisiones de ayuntamientos y en la Asamblea Nacional.

En España, se ha preferido hacer las cosas como siempre, convocar las comisiones, constituírlas y empezar la gresca sin esperar al desfile de expertos de los distintos sectores para intentar elaborar unas conclusiones y llegar a consensos.

El problema de fondo en la piel de toro es que nadie está dispuesto a sacrificarse lo más mínimo. Los de arriba porque creen que las normas, las renuncias y los esfuerzos han de ser para los de abajo, para el populacho, como se ha visto estos días con las manifestaciones en descapotables y todoterrenos y las fiestas privadas de la alta sociedad en el campo cordobés.

Los de abajo, piensan con toda la razón del mundo, que ya han pagado con creces los platos rotos de todas las crisis, reconversiones, rescates y regulaciones de empleo de los de arriba. El precariado, los sectores más vulnerables, contemplan aterrados cómo la realidad empieza a desmentir los buenos propósitos y las recomendaciones de comisiones e instituciones con el cierre de fábricas y el desmantelamiento de la poca industria que quedaba.

Los de enmedio, que cada día son menos por el avance acelerado de la desigualdad, ven como el teletrabajo y la digitalización desmaterializan las relaciones laborales y difuminan sus capacidades de influir en el futuro al deslizarse hacia la base de la pirámide.

Nuestros políticos podrían tener ahora la gran oportunidad de devolvernos la confianza perdida en las instituciones y en el sistema debatiendo sobre cómo aplicar con urgencia las soluciones y los remedios a la crisis: economía circular, pacto verde, transición a las energías limpias, reindustrialización, agricultura ecológica, inclusión social (los ODS de la agenda 2030), todo lo que la extrema derecha negacionista del cambio climático ignora por considerarlo un invento progre. Pero mucho me temo que no están dispuestos a nada, salvo a mantener el actual nivel de bronca, polarización y crispación.