La reacción desmesurada a la campaña del ministro Garzón contra el consumo excesivo de carne dibuja un país romo, castizo, zarzuelero. Vista la reacción del ministro Planas y del propio presidente del Gobierno, el pobre Garzón se habrá dicho ¡cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!

Pedro Sánchez nunca habría reaccionado con ese desahogo un poco fatuo y algo trasnochado (“donde me pongan un buen chuletón al punto… eso es imbatible”) si lo que ha dicho Garzón lo hubiera dicho un ministro de filiación u obediencia socialista. La reacción de Sánchez sería quizá disculpable en tanto que jefe de un partido, pero no en tanto que presidente de un Gobierno.

Como en el cuento de Andersen donde solo un niño se atrevió a decir que el emperador iba desnudo, lo peor que puede decirse de la campaña de Garzón es que tal vez sea políticamente inoportuna, incómoda o embarazosa, pero nadie podrá reprocharle que sea infundada, disparatada o ridícula. Y, sin embargo, la mayor parte de las reacciones de sectores económicos y políticos la han juzgado como si fuera lo segundo y no lo primero.

Es más: las reacciones de cargos institucionales socialistas no han sido en el fondo muy distintas de las que hemos visto en políticos de la derecha o en representantes del sector ganadero. Que los productores de carne se enfaden entra dentro de lo contingente y aun de lo necesario; que el presidente del Gobierno del que forma parte Garzón venga a chotearse de la campaña de su ministro, no.

Como ya viene siendo costumbre, la reacción más peregrina, extravagante y populista ha sido la del líder del PP, Pablo Casado, que ha lamentado que se hable de comer menos carne en un país con dos millones de pobres que no pueden probarla. Con Casado el PP debería hacer algo, pero no es fácil saber qué.

Ciertamente, Alberto Garzón no ha nacido para ministro. Es verdad que su departamento tiene las competencias muy tasadas, pero si al frente de ese ministerio hubiera estado alguien como, pongamos por caso, el secretario general de la organización de consumidores FACUA, Rubén Sánchez, es seguro que hubiera sacado petróleo de ese secarral administrativo al que fue destinado el coordinador de Izquierda Unida. Pero que no sea el mejor ministro no significa que sea el mentecato que quieren pintarnos.

Casi todas las cosas que dice Garzón en su campaña están bien traídas. En realidad, sus detractores le están replicando a cosas que él no ha dicho. El ministro no ha dicho “no coman ustedes carne roja”, sino “no coman ustedes tanta carne roja porque las principales instituciones sanitarias del planeta y prestigiosas investigaciones nutricionales certifican que es malo para salud y malo para el planeta”. Es una advertencia bien fundada. Como debería haber dicho Pedro Sánchez, es un razonamiento en su punto, es decir, imbatible.