El centralismo necesita un proceso de deconstrucción, de desconcentración, si queremos que el menú de crecimiento y concentración sin límites cocinado por la economía capitalista desde la revolución industrial no acabe matándonos a todos. En España, la centralización de los poderes económicos y políticos en Madrid ha avanzado en paralelo al vaciamiento del campo y de las ciudades pequeñas y medias. Y el resultado a la vista está.

El calentamiento global y la pandemia han puesto negro sobre blanco el disparate al que hemos contribuido con gran empeño desde todos los sectores de la sociedad construyendo megaurbes y conurbaciones sin fin.

La descentralización del poder político avanzó en muchos países en las últimas décadas, pero la economía solo se ocupó de desmantelar y deslocalizar la industria a países en desarrollo con derechos sociales irrisorios.

Como casi siempre los remedios políticos al vaciamiento de la España interior llegan tarde. Viene este prólogo al hilo de la presentación el miércoles último en Teruel por el ministro Ábalos del Plan de Creación de Centros de Competencias Digitales de Renfe, el primero de los cuales se ubicará en la capital turolense.

La iniciativa del operador ferroviario se encuadra en el Plan de Deslocalización de Recursos del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, diseñado como un “motor de medidas” para igualar las oportunidades entre la población del medio rural y de pequeñas y medianas ciudades con la de las grandes urbes.

Pero, el anuncio gubernamental, que huele a guiño a Teruel Existe por sus apoyos parlamentarios y es encomiable, tendrá que ir acompañado de otras muchas medidas si se quiere corregir la desigualdad provocada por la apuesta por la Alta Velocidad en detrimento de las líneas férreas del interior y la periferia.

Madrid y su centralismo absorbente de dinero, recursos y talento mata nuestro presente y nuestro futuro, pero también se mata a sí mismo víctima de su crecimiento depredador, al que la cogobernanza sensata de la que hablan hoy el presidente del Gobierno y la presidenta madrileña debe poner fin porque no es ni justo, ni saludable, ni sostenible.