Apenas habían pasado unos minutos desde la comparecencia del presidente del Gobierno que dejó al país con el alma en vilo por la severidad de las medidas para atajar el coronavirus, cuando irrumpía en las pantallas Pablo Casado con un arranque cargado de agrios reproches a Pedro Sánchez que no habrían de neutralizar las posteriores apelaciones a la lealtad y la unidad hechas por el propio líder del PP.

Ya por la tarde, en la sala de máquinas de Génova 13 habían empezado a calentar motores. La pauta la marcaba el secretario general del partido, Teodoro García Egea: “El Gobierno de coalición –escribía en su cuenta de Twitter– no estaba pensado para gobernar: incapaces ante una crisis gravísima”.

Anatomía de un error

Las críticas populares en las redes sociales tomaban, sin embargo, un cariz mucho más trascendental en la solemne comparecencia institucional, unas horas después, del presidente del PP, Pablo Casado.

Nada más terminar la rueda de prensa de Pedro Sánchez, Casado comparecía para culpar al Gobierno de las pérdidas económicas y en vidas humanas ocasionadas por su tardanza en tomar decisiones drásticas y, de paso, para meter cizaña en el seno del bloque gubernamental: ”Sánchez encontrará más lealtad en el PP que en sus socios de investidura e incluso de gobierno”.

Al igual que le ocurriera el jueves 12, Casado volvió a equivocarse ayer día 14, y no porque la gestión del Gobierno no merezca reproches, sino porque anoche no era el momento de hacerlos.

De hecho, era el peor momento para hacerlos, con un país casi en shock después de escuchar al presidente Sánchez anunciar un paquete de medidas prácticamente de guerra, medidas en realidad nunca vistas desde la Guerra Civil y la dictadura: drástica limitación de la libertad de circulación, cierre generalizado de todos establecimientos que no despachen productos o servicios de primera necesidad, prohibición de reuniones y concentraciones, recorte en los transportes públicos, posibilidad de intervención militar de centros productivos para asegurar el abastecimiento de la población…

Lo que el histórico momento de anoche requería en el líder del –todavía– primer partido de la oposición era decir: “Creemos que el Gobierno ha cometido errores, pero obviamente no es este el momento de hablar de ellos; tiempo habrá para hacerlo…”, y a continuación mostrar un apoyo sin fisuras al Ejecutivo.

Anatomía de un acierto

Pablo Casado recordó más a un dirigente de Vox que a uno del partido en el que militan Juanma Moreno, Alberto Núñez Feijóo o Alfonso Alonso. Su intervención de anoche no fue tanto la de un político que no entiende de liderazgo como la de un líder que no entiende de política.

En contraste con su –más teórico que efectivo– jefe nacional, el presidente de la Junta de Andalucía Juanma Moreno volvió a adoptar, como dos días antes, el tono adusto e institucional que la situación requería.

Ciertamente, unas horas antes en su cuenta de Twitter Moreno se había mostrado crítico con el Gobierno central, aunque lo hacía con palabras muy medidas: “No podemos esperar –escribía– a que las diferencias entre miembros del Gobierno de España cesen. La situación requiere urgencia y determinación. La Junta activa el Plan de Emergencias y la alerta nivel 2. Constituimos el Gabinete de Crisis para analizar nuevas medidas”.

A las ocho de la tarde, poco antes de que lo hiciera Pedro Sánchez, el presidente andaluz comparecía públicamente para anunciar medidas como el cierre de bares y establecimientos comerciales que, por cierto, su vicepresidente Juan Marín había descartado el día anterior porque, dijo, el Gobierno de España no le había cedido las competencias para hacerlo.

Moreno reclamaba “coordinación, un liderazgo urgente y un mando único”, pero optaba prudentemente por dejar para mejor momento los reproches políticos a La Moncloa. Es lo que tocaba y lo que sin duda agradecieron aliviados la mayoría de los ciudadanos.

El presidente andaluz sí había comprendido lo que al confuso líder del PP se le había pasado completamente por alto: que el de anoche era momento para dirigirse a los ciudadanos, no a los votantes.