El estallido de la pandemia del coronavirus ha hecho más difícil y comprometido el trabajo de presidente, tanto del Gobierno de España como de cualquiera de las autonomías. Dar confianza a la tripulación y al pasaje cuando se navega en la oscuridad y en lo más recio de la tormenta no es fácil: no puedes dejar ver que también tú tienes miedo, pero tampoco puedes actuar como si no lo tuvieras. He aquí un puñado de consejos de retórica para presidentes agobiados por el coronavirus.

Uno. Ten siempre en mente esta reflexión del profesor, periodista y escritor Mark Thompson: “Cuando pensamos en fracasos políticos, tendemos a pensar en acciones fallidas, en esa medida que no funcionó o en aquella economía que no se recuperó. Pero buena parte del sentimiento de traición que cunde en la actualidad se centra en las palabras de los políticos y en la brecha que a menudo las separa de la realidad”.

Dos. Haz tus reproches a las instituciones gobernadas por otros partidos con el tono y el talante con que las harías si quienes las gobiernan fueran políticos de tu propio partido. Recuerda siempre el chiste del tipo que decía que lo que le había molestado de su ofensor no era que le hubiera llamado hijo de tal, sino el tonillo con que se lo había llamado. Pues eso: vigila el tonillo.

Tres. Cualquiera que haya llegado a presidente sabe que en política es muy conveniente decir siempre la verdad, pero imprescindible no decir nunca toda la verdad. Aun así, procura no abusar de esta máxima: si son demasiadas las cosas que silencias, estas acabarán tomándose la revancha.

Cuatro. No hagas comparecencias públicas emulando la determinación de Churchill o a la empatía Roosevelt si no tienes la certeza de estar adornado con sus virtudes, pues en política ‘lo que natura no da, Salamanca no presta’.

Cinco. Si tienes un carácter cálido, no abuses de tu calidez ni simules un sufrimiento que no sientes, pues quienes de verdad sufren detectan de inmediato y no suelen perdonar a quienes imitan su dolor en vano.

Seis. Si tu temperamento es frío, no simules una emoción que no sientes, pues aunque tus palabras te sean fieles y disimulen la impostura, tus músculos faciales siempre te traicionarán.

Siete. Dado que en momentos difíciles conviene ser muy selectivo con la solemnidad, debes hacer pocas declaraciones institucionales, y las que hagas debe escribírtelas el mejor escritor de discursos que haya en el mercado: él sabrá encontrar el tono que más convenga a tu perfil y las metáforas que mejor disimulen tus carencias.

Ocho. No pretendas gobernar en prosa y comparecer en verso, que la gente no se chupa el dedo, pero procura mezclar lo más sabiamente posible la prosa y el verso en los discursos que hayas de pronunciar en momentos tan inciertos y dramáticos como los que vivimos.