Me siento moderado en casi todos los frentes vitales y por eso lamento que el único partido nacionalista andaluz, que alcanzó representación parlamentaria, se autodisolviera.

Soy moderadamente cobarde y por eso no le tengo miedo a los cambios y las innovaciones en todos los ámbitos: desde las tecnologías a la economía, pasando por la política y la ética.

Me gusta el riesgo con moderación y responsabilidad, por eso me considero más progresista que conservador. Quizás por todo esto en la coyuntura actual tengo complejo de bicho raro. A lo único que le tengo miedo es a las armas ya sean blancas o de fuego, pero no temo a las ideas por muy contrarias que sean a las mías. Es más me encanta discutir y debatir.

La bandera que más me gusta es la blanca que pone fin a las batallas. Sí, soy un pacifista a ultranza y partidario del desarme total y global. Me inclino por el iberismo como Blas Infante, Miguel de Unamuno, José Saramago, Fernando Pessoa o Joan Maragall.

Abrazo el ecologismo y el feminismo, soy ecuménico y partidario del diálogo entre las tres grandes religiones monoteístas para que pongan fin a su miedo al sexo y a la mujer. Abogo por la alianza de las civilizaciones y me defino como un buenista frente al malismo rampante.

Estoy más por la colaboración que por la competición, soy fervientemente asociativo y considero que el individualismo es un defecto. Pienso que la Constitución hay que leerla sin saltarse artículos para saber bien los que hay que cambiar.

Soy optimista pese a los tiempos que corren, me atraen la transición de monarquía a república, la transición digital y la ecológica a una economía baja en carbono. No me gustan las prohibiciones, ni las imposiciones. Con este esbozo de autodefinición ideológica mis adversarios hablarán de cobardía y antipatriotismo, pero solo soy un ciudadano moderadamente valiente y cobarde.