Estamos preocupados en Málaga por el destino de unos cacharros modernos y mamotréticos llamados opinómetros, por los cuales el ciudadano con un clic en una pantalla podía reflejar su juicio sobre distintos temas de la Ciudad, y con eso aumentar los caudales participativos y reflexivos hacia los gobernantes de la Smart City malagueña.

La verdad es que la compra llega más tarde que las redes sociales, y muchísimo mas tarde que el murmullo, cuando no el grito de exasperación por el que el sufrido vecino se hace entendible y reconocible, con denominación de origen, a la hora de expresar su malestar.

Los opinómetros no han servido para nada, por lo que nuestra calificación de Málaga Ciudad Inteligente se degrada por mor de sus representantes municipales, que añaden a este dislate una amplia gama de inversiones y derroches sin sentido, de los llamados gastos de nuevos ricos, más que de probos administradores.

Leía una entrevista Bloomberg el alcalde de Nueva York y percibía como llevaba en la cabeza los números municipales y su proyección en la vida y economía de la ciudad, dónde ahorro, gasto e inversión cabalgaba en pos de unos objetivos tangibles, el verbo elucubrar no jugaba al cuento de la lechera. Me puedo encontrar en las antípodas del pensamiento de Bloomberg, pero a una distancia más corta que del Alcalde de Málaga, que aunque viaje y se aleje de sobra, no deja de ser un vecino del barrio.

Como consecuencia del derroche los presupuestos municipales malagueños, empeoran a la más dura época de los años noventa. No solo son el reflejo de la crisis, sino son la crisis en si misma, de unas arcas municipales desvencijadas sin ton ni son. Me costaba comprender lo del Museo de las Gemas como un plan brillante, pero a su fiasco hay que añadir una impenetrable cantidad de gatillazos con pólvora ajena, que a la hora de la verdad son los números que enrojecen.

Lo cierto es que transitamos desde señalados casos de inteligencia y potencial, al más fantástico derroche de capital humano impotente en nuestras barriadas populares. Nuestros jóvenes cogen el portante para no tomar sol el lunes y todos los días de la creación. El banco más activo es el banco de alimentos.

Mientras las canoas encallan en el barro después de la riada, se atoran las viejas cañerías y los arroyos buscan los cruceros; los cruceristas deambulan buscando la Ciudad del Paraíso; María Gámez trata de sacarle la verdad a Francisco de la Torre, hombre curtido en un confesionario dónde lo mortal se convierte en venial y la culpa se expía con un familiar pater noster en el Vaticano y no con la claridad y transparencia exigible a un servidor público.

Octavio Paz me preguntó dónde vio Vicente Aleixandre la Ciudad del Paraíso, me alargué en una respuesta incompresible. Espero que Pellegrini que vive un deporte sin lógica, no le pregunte al Alcalde dónde encontró la Ciudad Inteligente ¡menuda respuesta!