A Celia que no la callan ni recalando, domina el arte de ser respondona, y lo fundamental, anidar todo el acervo de simplezas y vulgaridades que suenan entre vecinos a dogmas y amenazas para ir tirando de la vida.

Entre los blancos y blancas elegidos últimamente para sus improperios, aparte de su mal entrenado chófer y sus socialistas de cabecera, se ha lanzado a la yugular de la Rectora de la Universidad de Málaga y presidenta de los rectores españoles, Adelaida de la Calle. La ha mandado a trabajar y le ha puesto como reto la obligación de meter en el ranking de universidades europeas a las 700 universidades españolas.

En principio no sé si es que se hace un lío contando Villalobos, o que va de ligera con la tabla de multiplicar, tenemos 74 universidades. Puede que sean las dos cosas, contar y multiplicar a boca llena, si encima pone su énfasis inequívoco, no me extraña que quiera reducir las universidades, los alumnos, y callar la conferencia de rectores.

Imagino que la Rectora no esperaba este hueso del puchero de parte de la diputada por Málaga, podíamos entender con inercia localista que la diputada pudiera querer ejercer el derecho de control territorial sobre nuestra provincia -¡ángeles inocentes! Todo es más pedestre.

Adelaida de la Calle en nombre de los rectores, tuvo que censurar la actitud del ministro Wert. Éste parece que a sus méritos como ministrable se le sumó el consejo a Rajoy del esposo de Villalobos, por aquello de los buenos consejos, y por lo tanto, su puchero que no se lo estropee nadie.

La vida es como es, y los votantes somos como somos: Diputada, Alcaldesa, Ministra de Sanidad y Vicepresidenta del Parlamento Español. Repaso el currículum de nuestra Rectora y me temo que tiene más talento, “más peonás” y más certeras que nuestra cultivadora de perlas verbales. Por eso su silencio no otorga desdenes.

Hace años, cumpleaños de nuestra Orquesta Filarmónica de Málaga, me pasaron a leer un texto que con la firma de la alcaldesa Villalobos, prologaba el programa de presentación. Era un texto de melómana extasiada, tal vez porque alguien de su camarilla de negros afinó el lápiz hasta el deslumbre. Otro más certero de sus cercanías me dijo que en una feria una de sus acólitas, muy molesta, la mandó a bailar la “Bomba” que era lo que realmente le gustaba de verdad ¡menos lobos!