Silvia es documentalista en Sevilla. Buena profesional, compañera y persona, según nos comentan en su entorno. Silvia es madre adoptante de un niño marroquí. Lo adoptó con 3 años. Hoy es todo un adolescente de 16 años con similares inquietudes de presente y los mismos sueños de futuro que el resto de sus amigos y amigas. El es un joven sevillano “feliz, responsable y concienciado”, ella, una madre muy preocupada por los signos que denotan una extensión rupturista de la convivencia multicultural. Su hijo jamás había tenido problemas por sus orígenes. Pero según me dice Silvia, hasta ahora no había percibido esas sensaciones de desaires, desprecios y desconfianzas. Gestos y actitudes que le preocupan por que nos lo ve como aislados ni casuales en un momento en el que los ecos racistas de Madrid le llegan a diario. Son determinados signos de xenofobia que le preocupan.

Y no es solo su caso. Me explica y destaca que un amigo de su hijo, de madre sudamericana y padre sevillano, percibe idénticas situaciones despreciativas y ofensivas. Como dice en su carta, “Imaginaos que `se cría’  más o menos bien… hasta que algunos miembros de la sociedad comienzan a mirarle con desconfianza y a veces con desprecio. Un tipo de mirada que se multiplica, no casualmente, a la par que se expanden malintencionadas informaciones sobre los menores extranjeros no acompañados y la inmigración”.

Me cuenta que esta carta publicada en el foro de trabajadores de su empresa tiene como objetivo denunciar la situación que percibe y que le preocupa. Y, por supuesto, está “consensuada” con su hijo. “Esto lo hago para difundir, alertar e impedir que en Madrid sigan avanzando” estas situaciones.

Y es que el hijo de Silvia y su amigo, de orígenes sudamericanos y tez oscura, ven como cada día aumentan las situaciones desagradables por mor del color de su piel. Se tratan de microrracismos y actitudes vinculadas a la xenofobia. Para algunos estos comportamientos les pueden ser  inocuos e irrelevantes pero en el día a día, semana tras semana terminarán prendiendo el fuego devastador de la discriminación, el racismo y la xenofobia.

La adopción no le fue fácil pues tuvo que superar uno y mil trámites legales y burocráticos e incluso realizar dos estancias en Marruecos de cuatro meses de duración. Hoy Silvia, muy preocupada por lo que acontece en España y en concreto ahora en la campaña electoral de Madrid, decide hacer pública su carta.

Esta es la carta de Silvia V., un grito de rabia de una madre dolida y preocupada por el presente y futuro de su hijo pero a la vez, y sobre todo, un aldabonazo a la conciencia social y al cambio de comportamientos provocados por el fuego que algunos políticos de ideario xenófobo y de “gatillo verbal-racista fácil”, alimentan con sus discursos, eslóganes, mítines, cartelería, soflamas y proclamas. Es en Sevilla, ocurre en Madrid y sucede en más sitios. Como una mancha abyecta y perniciosa podría comenzar a extenderse… hay que pararla. Ejemplos así para detener esta ola cainita y de odio son más necesarios que nunca. He aquí su testimonio.  Una carta necesaria y que debe de servir para que cunda el ejemplo y la sociedad reaccione. Estamos aun a tiempo.

Carta

“Imaginaos por un momento que adoptáis a un niño marroquí, imaginaos que lo educáis en la igualdad, en el esfuerzo, la solidaridad y el respeto hacia los demás; imaginaos que crece más o menos feliz, con las dificultades propias de la edad y sin sentir discriminación por su origen. Imaginaos que estudia y se hace un grupo de amigos, que le gusta la calle, las maquinitas, acicalarse y reír. Imaginaos que “se cría” más o menos bien… hasta que algunos miembros de la sociedad comienzan a mirarle con desconfianza y a veces con desprecio. Un tipo de mirada que se multiplica, no casualmente, a la par que se expanden malintencionadas informaciones sobre los menores extranjeros no acompañados y la inmigración. Imaginaos que, acostumbrado a vivir en paz y armonía en su ciudad, comienza a vivir situaciones inéditas para él y muy molestas, como que no le quiten el ojo en un supermercado al entrar solo; miradas callejeras inquisitorias. Imaginaos que con 16 años sales a la calle y “algunos” policías te observan de una manera diferente a la del resto del grupo, que te piden el DNI con más frecuencia. Los que se cruzan de acera cuando se aproxima.

Imaginaos que pasas a ser sospechoso para tus conciudadanos por parecerte a un MENA, pero y ¿si lo fueras? ¿Qué sociedad puede considerarse civilizada, justa y demócrata cuando permite el señalamiento de un grupo social vulnerable sin que tenga consecuencias legales? ¿Hemos olvidado cómo comenzaron los mayores desastres de nuestra historia reciente basados en el racismo y la xenofobia? ¿Cómo se puede llegar a ser tan imprudente para colocar en la diana de un (no) debate político sobre migración y economía a los eslabones más débiles de la cadena?  ¿Qué ser humano se puede mirar en paz a la cara cuándo esparce y genera tanto odio confundiendo adrede a una población castigada por la crisis, la incertidumbre y la desesperanza? ¿Se puede considerar democrático un partido que alimenta la confrontación entre ciudadanos a este nivel tan preocupante? ¿Cuánta ceguera para no darse cuenta de la interrelación económica, cultural y social de este planeta globalizado?

¡Imaginaos el dolor de esos adolescentes y jóvenes, que hay quien quiere convertir en el mal de esta sociedad! ¡Imaginaos la preocupación de las familias inmigrantes instaladas en nuestro país, cuyos hijos también parecen MENA, o son pobres! Xenofobia, aporofobia, nazismo, racismo, miseria, incultura, ignorancia y mentiras ¡Cuánta tristeza e indignación!

Los medios de comunicación tienen un deber con la ciudadanía y con el bien común y es alertar de los falsos discursos y no difundirlos. Las leyes protegen a los menores, a los débiles, a las conductas honradas y justas, a la verdad, porque esa es la única garantía de que una sociedad funcione como tal.

Mi hijo no es un MENA, pero lo parece. Igual que algunos políticos, que parecen demócratas solo por estar sentados en escaños democráticos. Igual que algunos comunicadores y/o periodistas, que desde sus medios contribuyen a difundir estos mensajes de odio. Parecen periodistas. Solo lo parecen”.