“Dale alas y volará

al pueblo de Andalucía,

dale alas y volará,

que es un ave doloría,

que busca la libertá

que le han negao toa su vía”

Allá por el año 1983, la voz rota de José Domínguez 'El Cabrero' nos regalaba estos versos, tan hermosos como dolorosamente ciertos, tan vigentes entonces como hoy, 35 años después. Me resulta no ya difícil, sino imposible, encontrar una metáfora cuya simplicidad nos permita evocar no solo cuanto Andalucía ya es, sino todo aquello que podría ser. Tengo incluso la sensación de que los ecos últimos del hondo quejío de El Cabrero llegan, desde aquella época de ilusión que para el andalucismo constituyó la Transición, hasta nuestros días.

Hacer un análisis, por escueto que sea, de la situación actual de Andalucía, en el contexto de crisis política y económica que afecta al conjunto del Estado Español, nos obliga necesariamente a retrotraernos más de cuarenta años atrás. Hasta aquel 4 de diciembre de 1977 en el que en las plazas y calles de toda Andalucía se conquistó el derecho a que nuestra tierra fuera considerada nacionalidad histórica. Aquel 4D fue, como alguna vez muy acertadamente he escuchado, el 15M de nuestros padres y abuelos. Porque hubo una generación que comprendió perfectamente que tenían que ser ellos y ellas quienes, poniendo incluso el cuerpo por delante si hacía falta, conquistaran un horizonte de prosperidad que parecía vedado para Andalucía.

Ha llovido, no obstante, mucho desde entonces. Y tras décadas de ininterrumpido gobierno del PSOE en Andalucía, muchas cosas siguen sin cambiar. Otras, y sería un error negarlo, sí que han cambiado e incluso para bien. Debería ser, por ejemplo, motivo de orgullo para todas comprobar, con estadísticas oficiales en la mano, cómo nunca antes nuestra tierra había tenido a generaciones de jóvenes tan bien formadas y capacitadas como hoy, con la preparación necesaria para afrontar los retos que nos plantea el futuro. Sin embargo, igual que antaño nuestros abuelos y abuelas emigraban para ganarse la vida con el sudor de su frente, hoy lo mejor de nuestra juventud se ve obligada de nuevo a hacer el petate y marcharse en busca de un futuro mejor.

No quiero, porque sería faltar a la verdad, ofrecer aquí una imagen en blanco y negro de Andalucía, una imagen arquetípica que no puede casar y no casa con el color y la modernidad que son rasgos definitorios de nuestra tierra. Sin embargo, es preciso y necesario proclamar a los cuatro vientos que Andalucía necesita un impulso, un cambio que ponga todos nuestros recursos al servicio de nuestra gente. Podría cargar las tintas contra el modelo centralista de este Estado que margina desde hace siglos a nuestra tierra y la condena a jugar un papel de subalternidad, no solo ya en el conjunto del Estado Español, sino en el nuevo marco europeo del que formamos parte. Pero, ¿sabéis cuál es el mayor drama que sacude a nuestra querida Andalucía? Que quienes llevan enarbolando la bandera verde y blanca desde hace cuarenta años, con la única intención de mantenerse en el poder, son quienes más daño han causado a nuestra tierra. Los responsables están en Madrid, en las más altas instituciones del Estado. Pero residen también en el Palacio de San Telmo y se llaman a sí mismos “socialistas”.

Fue sintomático el debate de la moción de censura que desalojó a Rajoy y al PP del Gobierno. En ese debate se habló mucho de Catalunya y de Euskadi. Incluso de Galicia y País Valenciano. Sin embargo, no pudimos escuchar ninguna palabra sobre Andalucía, sobre el drama que muchos ciudadanos y ciudadanas viven en los barrios más humildes de nuestra tierra. Debería preocuparnos y mucho, por ejemplo, que Susana Díaz se sintiera más cómoda con un Partido Popular que gobernaba con el apoyo de Ciudadanos que con un gobierno del PSOE que hipotéticamente pudiera contar con apoyos de otras fuerzas políticas como Podemos.

La inesperada llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa ha sido percibida como un soplo de aire fresco. Y no es una mala noticia que la ranciedad y putrefacción que caracterizaban al PP haya sido desalojada de las instituciones. Sin embargo, tenemos ante nosotras un riesgo innegable, algo que en Andalucía ya conocemos bastante bien. El plan del nuevo-viejo PSOE de Pedro Sánchez se cimenta en una política de gestos que, si bien tienen un potente efecto propagandístico, carecen de auténtica sustancia e impiden el cambio y la transformación social que debemos reclamar. Es significativo, por ejemplo, que María Jesús Montero, ex consejera de la Hacienda andaluza, haya relevado a Montoro al frente del Ministerio encargado de aplicar las políticas de austeridad que se nos imponen desde la Europa del Norte, la Europa de Merkel. Montero ha llegado a Madrid con fama de buena gestora. Lo que nadie parece querer recordar es que en Andalucía ha gestionado los recortes en Sanidad y Educación que han provocado las mayores protestas sociales que se pueden recordar en estos últimos años.

En Andalucía sabemos muy bien qué es el PSOE y conocemos también los límites de una política basada en meros gestos que durante cuarenta años han cronificado los problemas de nuestra tierra. Precisamente por ello, tenemos la responsabilidad de construir una alternativa netamente andaluza a lo que se ha dado en conocer como ‘Susanato’, que no es otra cosa que la última fase de una manera de hacer política que ha condenado a Andalucía a la subsidiariedad y al abandono. Y hay que decir también que el partido del que orgullosamente formo parte, Podemos, adolece, aunque no lo pretenda, de perniciosos tics centralistas. Es como si, para mirar más allá de Despeñaperros, alguien en Madrid utilizara unas gafas que distorsionaran la realidad y le impidieran comprender la importancia de construir desde Andalucía una alternativa al PSOE de Susana Díaz, al PSOE de los EREs, al PSOE que durante cuatro décadas ha cimentado sus victorias electorales en una inabarcable red clientelar que no solo lastra a nuestra tierra, sino que subvierte la idea misma de Democracia.

Andalucía requiere urgentemente una propuesta soberanista para exigir su derecho a decidir libremente sobre todas aquellas cuestiones que afectan a nuestro pueblo. Una iniciativa que, construida desde la propia Andalucía, permita corregir aquella traición histórica del PSOE, que, en cuanto alcanzó y consolidó su omnímodo poder en la Junta, olvidó todas las promesas de progreso y autonomía que había realizado. Andalucía necesita urgentemente un cambio de modelo productivo que nos permita revertir el carácter subsidiario –en términos económicos y políticos- que lastra nuestro desarrollo y nuestro porvenir. Y esta transformación que reclamamos no puede realizarse desde una propuesta política que tenga su epicentro en Madrid.

Si queremos un país plurinacional, debemos construir una organización plurinacional, que acepte y comprenda el hecho diferencial de un pueblo-nación como es el andaluz. Por eso, ahora nos toca defender en las urnas, como hicieron nuestros padres y abuelos, que queremos tener capacidad plena para gobernarnos a nosotros mismos. Andalucía necesita, de forma imprescindible, tener soberanía y voz propia.

Nuestra tierra es rica y generosa y nos ofrece las posibilidades para garantizar un horizonte de prosperidad a quienes en ella vivimos. Pero nos faltan las alas que son precisas para despegar el vuelo y alcanzar las metas que hace ya más de cuarenta años los andaluces y andaluzas reclamábamos para nuestra tierra. Alas para volar, alas para soñar. Se puede. Adelante, Andalucía.