El modo en que el Partido Popular y Podemos interpretaron y gestionaron los resultados de las elecciones andaluzas del 22 de marzo ha marcado profundamente en la Comunidad el desenvolvimiento político de un año 2015 que ha terminado, en Cataluña primero y en España después, como empezó en Andalucía: con un ganador electoral claro pero insuficiente, si bien con la importante diferencia de que en los casos de Mariano Rajoy y Artur Mas la insuficiencia es coronaria, casi terminal como quien dice, mientras que en el caso de Susana Díaz la carencia era digamos renal, nada que no se arreglara con un trasplante convencional siempre que hubiera un donante, como finalmente lo hubo con Ciudadanos.Descartada Izquierda Unida por la irrelevancia aritmética, aunque no política, de sus resultados, y atrapado Ciudadanos en el tacticismo electoral por el temor a espantar votantes en las municipales si votaba sí a Díaz, la investidura quedó en manos del Partido Popular y Podemos, y ambos decidieron no facilitarla. No es que no tuvieran razones para hacerlo, claro está, pero no más que para haber hecho lo contrario. En política las razones suelen ser posteriores a las decisiones: primero se toman –o simplemente se intuyen– las decisiones y luego se buscan las razones para justificarlas.[cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]LA ABSTENCIÓN COMO SIMPLE ARITMÉTICA[/cita]Podemos y el PP podrían haberse abstenido desde el principio facilitando la Presidencia de Díaz, es decir, podrían haber vaciado la abstención de toda intencionalidad política, interpretándola como un mero trámite, pura mecánica parlamentaria, simple aritmética anterior toda ideología, pues para qué entorpecer una investidura que, a fin de cuentas, era la única posible. Ambos pusieron, sin embargo, tan alto precio a esa abstención finalmente imposible que las relaciones entre Podemos y el Partido Socialista quedaron envenenadas para toda la legislatura y la bandera del PP de dejar gobernar a la lista más votada quedó convertida en un harapo inservible.Las apelaciones algo desesperadas que hace ahora Rajoy a la lista más votada suenan a sarcasmo, al menos en Andalucía. Al negarse el PP a facilitar la investidura de Díaz le daba un gusto al cuerpo, sí, pero en realidad no ganaba nada con ello y podía, en cambio, perder mucho. Ciertamente, ahora el PSOE puede argumentar que Rajoy está a 53 diputados de la mayoría absoluta mientras que Díaz estaba solo a ocho; no obstante, también es cierto que al PP le faltarían solo 13 diputados para esa mayoría si contara con el voto favorable de los 40 de Ciudadanos y que ese vacío de 13 podría llenarlo fácilmente el PSOE con su abstención. Pero no lo hará. Sus votantes no se lo perdonarían. ¿Pensarían ahora de otra forma esos votantes y la propia dirección del PSOE si el PP hubiera gestionado de un modo menos revanchista los resultados andaluces? Puede que siguieran siendo contrarios a una abstención, pero entonces el precio de esa negativa sería más alto.[cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]LA DEMOCRACIA EN TIEMPOS DIFÍCILES[/cita]La conducta, bastante sectaria en general, de los partidos españoles ha destruido el concepto mismo de abstención y empobrecido, por tanto, el siempre escaso arsenal democrático para hacer frente a situaciones difíciles. Y la posterior al 20D lo es en grado sumo. Entre el sí y el parece no haber nada, una tierra baldía donde ningún ejército quiere acampar; en teoría, la abstención permitía dar salida a situaciones como la derivada de las elecciones andaluzas de marzo y, en menor medida pero también, de las elecciones generales de diciembre o catalanas de septiembre. Sin embargo, la abstención como tal no existe: se ha convertido en una mera equivalencia del sí o del no, según los casos.Acuciado por la necesidad y espoleado por el pánico, el PP intenta desesperadamente recuperar ahora el valor de la abstención, pero es algo tarde. Para el PSOE y para sus votantes abstenerse en la sesión de investidura sería lo mismo que decir que sí a un gobierno de la derecha: y no más o menos lo mismo que decir sí, sino exactamente lo mismo que decir sí.[cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]LA VARIABLE CATALANA[/cita]¿Significa todo ello que habrá nuevas elecciones en un plazo muy corto? Lo más probable, pero aun así… Si, como es previsible, la CUP hace presidente a Artur Mas –¡cuánto habría dado la CUP por que la mera abstención de sus 10 diputados hubiera bastado para investir al president–, tendremos un Gobierno catalán dispuesto a todo y un vacío de poder a este lado del Ebro. No va a serle fácil a los socialistas aguantar la presión que se derivaría de esa situación virtualmente explosiva, algo con lo que seguramente cuenta Mariano Rajoy.Aun así y aunque finalmente hubiera un Gobierno presidido por Rajoy o por otra persona, el que fuera a haber sería breve: tanto que los socialistas piensan que ni siquiera vale la pena intentarlo. Caminamos, en cualquier caso, hacia una España constituyente cuya formulación política no se ha explicitado hasta ahora por la tozuda negativa del PP, verdadero tapón frente a las muchas reformas que este Estado necesita.[cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]BENDITO PASTELEO[/cita]Naturalmente, la obstrucción de esa estrecha pero no indigna gatera que es la abstención no la crea ni la inventa Andalucía, pero sí es verdad que en Andalucía hubo una oportunidad, imprudentemente desaprovechada, de rehabilitarla dándole peso, identidad y alcance político propios y convirtiéndola en algo sustancialmente distinto del sí o del no.Concebida para ser un comodín de la baraja parlamentaria, se ha convertido en una carta marcada, en un naipe inútil. Y además ha ocurrido tal cosa justamente en el momento en que el país más necesita de comodines como ese, de cartas que puedan utilizarse a conveniencia sin comprometerse demasiado.Entre el sí y el no necesitamos más que nunca esa tierra de nadie donde poder decir sí sin decir sí o decir no sin decir no, ese lugar desde donde poder hablar sin los inconvenientes, ya conocidos, del sí o el no. Necesitamos ese espacio de tregua cuya principal virtud es posibilitar el desbloqueo del frente bélico. Necesitamos ese pasillo de descompresión donde las verdades aflojan su tiranía y ceden el mando a la duda, al remiendo, al apaño, a ese bendito pasteleo consigo mismos que es lo que tantas veces ha salvado de la ruina a los países, a las familias y a los individuos.