De diciembre de 2018 a hoy, adversarios y analistas de todos los colores han matado a Susana Díaz tantas veces como mataron a Pedro Sánchez antes de constatar cuán equivocados estaban. Eso no significa que Díaz no vaya a acabar muerta en el futuro: significa simplemente que ahora, en este enero de 2021, sigue viva y determinada a seguir estándolo.

Hasta donde sabemos, la secretaria general socialista continúa comprometida con su idea primera de disputar la Presidencia de la Junta a Juan Manuel Moreno. Pedro Sánchez no le ha quitado la idea de la cabeza, aunque tampoco la haya alentado.

Pedrólogos a ciegas

Como los kremlinólogos de antaño, los pedrólogos de hogaño tampoco saben qué ronda exactamente por la hermosa cabeza del ‘zar’ socialista. El estudio detenido de los gestos, demoras, silencios o desaires de Ferraz no permite hacer vaticinios fiables. Pedro es impenetrable. Baste recordar que hasta los más sagaces han tenido que admitir que se enteraron por los periódicos del relevo en el PSC: un golpe de efecto muy de Sánchez... que puede salirle bien.

La sustitución de Miquel Iceta por Salvador Illa como candidato del PSC a la Generalitat de Catalunya demuestra, en general, que los partidos rara vez consultan las decisiones estratégicas a sus militantes y, en particular, que las primarias socialistas se convocan cuando solo viene bien o no hay más remedio que convocarlas, sin que por ello las encolerizadas bases del partido se echen a la calle a incendiar contenedores.

El cambio de caballo en Cataluña a punto de cruzar el río ni siquiera ha generado debate en los medios, donde, al igual que sucede en los partidos, la convicción de que estos deben ser más democráticos es una idea puramente instrumental: un artefacto bélico, no un axioma ético.

Para hacer en paz un cambio tan importante como el consumado en Cataluña basta con la aquiescencia del sustituido, convencido, relegado o simplemente decapitado. El problema de no hacer primarias para decidir algo tan importante no es el hecho mismo de no hacerlas, sino la escandalosa falta de sinceridad del discurso orgánico que desde hace años viene proclamando que ‘el partido por las primarias ma-ta’.

Una pesada digestión

En Andalucía, el foco está puesto en ella porque ella es la líder del partido, pero es muy probable que el principal problema del PSOE andaluz sea el PSOE andaluz y su pasado, mucho más que Susana Díaz y su futuro.

El fatigoso fardo del pasado ha hecho notar su peso en estos dos primeros años de oposición, con un Partido Socialista forzado a combatir –en realidad, a defenderse más que a combatir– con una mano atada a la espalda.

Salvo milagrosa rectificación por parte del Supremo, la sentencia de los ERE y las demás causas judiciales pendientes han abierto en un costado del cuerpo socialista una herida difícil de taponar. Por ella sangra Díaz y por ella sangrará quien, llegado el caso, pudiera sustituirla.

Las cuatro bolitas

Sea como fuere, la tregua decretada por Pedro tras su pacto del año pasado con Díaz vence previsiblemente este año. Toca ir abriendo el melón en un PSOE andaluz donde, parafraseando a Adenauer y a Andreotti, Susana tiene amigos, enemigos, compañeros de partido… y antiguos susanistas.

Puede que, en efecto, el fardo principal sea el pasado y no Díaz, pero es ley de hierro de la política que el que gana tiene razón y el que pierde tiene la culpa. El PSOE andaluz lleva ya dos años largos haciendo la pesada digestión de una derrota que muchos personalizan en Díaz.

Ahora bien, ¿cuántos son esos muchos? En el extraño negocio de la democracia, la pregunta decisiva siempre acaba siendo ésa: ¿cuántos? ¿Cuántos alcaldes y dirigentes, pero también cuántos votantes socialistas piensan que con Díaz el PSOE no recuperará la Junta en 2022?

La respuesta está en las encuestas, no en las primarias: unas encuestas en cuyo bombo hay, al parecer, al menos cuatro bolitas: Susana Díaz, María Jesús Montero, Juan Espadas y Felipe Sicilia. En Cataluña que solo había dos: Illa e Iceta.