Un ejercicio muy divertido para divertirse: Ucedé entra en barrena, en caída libre, la gente huele el cadáver, especialmente sus propios cargos, entregados a un cainismo onanista: ven peligrar la hipoteca del chalé, el colegio bilingüe, el apartamento de la playa. Corren los primeros meses del año ochenta del siglo pasado, se acerca el famoso referéndum y con él aquella pregunta que estupidizó a Lauren Postigo para la noche de los tiempos (los más jóvenes y jóvenas, consultar gogle).

Un joven abogado del Estado huele la oportunidad, se cae del caballo, se lo inventa, le echa un par: recorre los pueblos del franquismo en cuerpo presente con Gabino Puche de copiloto, explicando a “las bases” que se tienen que hacer andalucistas, si quieren sobrevivir a los tiempos; ellos, que preferían la bandera del aguilucho a la constitucional. Algo me contaron (aún yo era una becaria insolente), algo se inventaron, algo ocurrió de verdad. Pero en las primeras elecciones autonómicas de la historia de Andalucía, para mayor gloria de su líder logran convertirse en el primer partido de la oposición en unos años en los que todo lo que se besaba o se olía o se prescribía era socialista.

Esta excursión por la historia cercana sirve para prologar a muchos nombres que se dieron el cambiazo y, gracias a él, tuvieron biografías de gloria, fueron ministros y ministras, secretarios generales, senadores, diputados, alcaldes y hasta padrinos de los hijos de los presidentes del Gobierno. Por no extenderme en una lista interminable y cumplir con la paridad citaremos a Javier Arenas y a Soledad Becerril, sin mayor señalamiento.

Como suele ocurrir en las películas y en la vida, el artífice de aquél revolcón electoral que aprovechó la sangría Ucedista se inmoló (algunos sostienen que lo inmolaron) a favor de las grandes familias del posfranquismo para alfombrarle el camino a Aznar. Y así fue como Hernández Mancha desapareció de las burbujas de la vanidad política. Y (casi) nunca más se supo.

Lo de ahora viene a resultar el camino de vuelta de la derecha al centro derecha: el fango de la corrupción que ahoga por fin al sedicente PP y el tancredismo de Rajoy no es que haya llegado a las encuestas, es que la gente va a buscar a los encuestadores para que apunten (joven o jóvena, tome usted nota) que ellos antes votaban al PP y ahora van a votar a Ciudadanos, con entusiasmo naranja.

El resultado está siendo el mismo que por entonces: concejales y militantes a la fuga en busca del calor del establo. Los simpatizantes del PP no es que hayan desaparecido: es que no queda ninguno que tenga cohones de decirlo. Ven peligrar la hipoteca del chalé, el colegio bilingüe, el apartamento de la playa. Y salen en busca del sol. No digo yo que el nuevo sol no sea Rivera y ese nuevo recentralismo modernito y de Arrimadas. Lo que sí digo son dos cosas:

Una: que el futuro del centro derecha andaluz no lo heredará Juan Marín y como suele ocurrir en estas películas morirá antes de llegar a la playa.

Dos: que Huanma (Moreno Bonilla, Juan Manuel), ya está muerto.

Coño, Cristina, amore, vida mía, te veo con muy renovado afán cabalgado del futuro al pasado, dijo mi altocargo. Y el flequillo de Antoñito Hernández Mancha viene a ser una réplica profética del flequillo de Marín. Ahí te has clavado, amore.