Somos tan vanidosos que pensamos que tenemos poco que ver con la naturaleza. Que nuestro grado de evolución y civilización nos ha separado de la Tierra y que poco nos afecta lo que sucede en ella. Pero realmente llevamos muy poco tiempo sobre esta roca flotante. Y cada giro sigue supeditando nuestra vida.

La influencia de la Tierra

Tanto que tres científicos acaban de ganar el premio Nobel de Medicina por sus investigaciones sobre los ciclos circadianos. Sobre cómo cada giro de la Tierra alrededor del Sol y sobre sí misma influye en nuestra vida. Y en la del resto de animales y las plantas. Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young han sido premiado por sus descubrimiento sobre los procesos moleculares que controlan el ritmo circadiano. Lo que nosotros, los mortales, llamamos “el reloj biológico”. Cómo el ritmo biológico de todos los seres de la Tierra viene determinado por los procesos cósmicos de su paso por el Sistema Solar. Nuestro sueño, nuestra vigilia, nuestra disposición, hambre o sed vienen determinados por estos procesos. Una muestra más de que no somos otra cosa que seres pegados a acontecimientos que nos controlan a nosotros. Y nunca al revés.

Tres pioneros

Los tres científicos han sido pioneros en este campo de estudio. Rosbash y hall incluso ha llegado a detectar y separar el gen que controla el ritmo circadiano en las sufridas moscas de la fruta. Fue uno de los primeros pasos para establecer la relación entre biología y ritmo terrestre, algo que la comunidad científica no terminaba de tener claro. Una vez que se detecto, aisló e incluso clonó el gen que rige este ritmo en las moscas, pudo demostrarse que estamos genéticamente programados para seguir unas pautas que vienen marcadas por la actividad terrestre. Y que los cambios en estas pautas son seriamente perjudiciales para nuestra salud.