Durante años, muchos ciudadanos españoles se planteaban a veces cómo sería el relevo en la institución de la Corona, de qué manera se produciría la sucesión del Rey Juan Carlos, qué riesgos entrañaría ese relevo para la propia monarquía y como acogería la mayoría de la población al nuevo monarca después de un reinado tan exitoso como el de su padre. Ese fue un asunto que en alguna reunión con el actual rey le planteamos de una forma directa, a quien le preguntamos si creía que don Juan Carlos abdicaría en él al hacerse anciano u optaría por respetar esa norma no escrita que manda que hay que esperar a que el rey muera para que su sucesor herede el cargo. Don Felipe, con su habitual prudencia y tacto, respondió siempre que esa era una decisión que correspondía a don Juan Carlos y que él no sabía cual iba a ser la opción que al final elegiría.




Nadie podía intuir cinco años atrás que don Juan Carlos iba a tener que dar el relevo a su hijo como forma ineludible de salvar la monarquía






Lo que hace cinco o seis años era una incógnita total se despejó hace un año y tres meses –el 2 de Junio de 2014- en el que se produjo el desenlace de un proceso de alrededor de tres años, en el que la monarquía española vivió su más honda crisis después de la restauración de la institución después de la muerte de Franco. Lo que nadie podía intuir cinco años atrás, cuando tratábamos el asunto con el entonces Príncipe de Asturias, en un clima de cierto desgaste de la Corona sí, pero que no hacía presagiar las fuertes turbulencias que iba a atravesar, es que don Juan Carlos iba a tener que dar el relevo a su hijo como forma ineludible de salvar la monarquía.






La cacería de Botsuana y el salto a los medios de Corinna, sumió a la monarquía en un hondo desprestigio







El cúmulo de errores cometidos fue innumerable. Al desgaste permanente causado por la escandalosa conducta de Iñaki Urdangarín, yerno del Rey, en el llamado caso Noos, el apoyo inexplicable de la Infanta Cristina a la conducta de su marido, la asistencia del Rey a la cacería de Botsuana en el peor momento de la crisis financiera española y el salto a los medios de comunicación de Corinna Larssen, amiga “entrañable” de don Juan Carlos según sus propias declaraciones, sumió a la monarquía en un hondo desprestigio. Y todo ello llevó a la ciudadanía a una desafección profunda e incluso a una fuerte irritación hacia un rey que tenía muy poco de ejemplar, una cualidad que había sido objetivo prioritario de la Familia Real durante las tres décadas anteriores.

En vista de que las acciones que se llevaron a cabo para tratar de recuperar el aprecio y el prestigio perdidos no daban resultado, el anterior Rey no tuvo más remedio que tomar la decisión de abdicar, una acción drástica pero que era la única salida para que la monarquía no desapareciera y continuara siendo el sistema de Estado en España. El proceso de preparación de la abdicación discurrió de forma modélica en un plazo de cuatro meses largos –de finales de Enero a primeros de Junio- en el que se mantuvo la discreción imprescindible para que el relevo en la corona discurriera por los cauces adecuados. Un objetivo era prioritario: que la ley de abdicación se aprobara en las Cortes con un respaldo mayoritario y no sólo con los votos del partido del Gobierno. Un asunto que se logró ampliamente al votar a favor PP y PSOE, este último gracias a la labor del líder socialista Alfredo Pérez Rubalcaba y su talla de hombre de Estado.






Felipe VI se ha tomado en serio regenerar la institución: más transparencia, código de conducta, reglamento de regalos…







A pesar del ruido que quisieron montar partidos de izquierda y radicales, que pretendían convencer de la necesidad de celebrar un referéndum sobre la forma de Estado para que el relevo en la corona fuera legítimo, la ciudadanía optó por dar su confianza a Felipe VI, quien se convirtió en Rey el 19 de Junio de 2014, en una ceremonia sencilla, sin pompa ni boato. Uno de los responsables de que el proceso transcurriera sin sobresaltos comentó con ironía unos días más tarde que los españoles nos comportamos esos días como si fuéramos suecos. Algo que honra a un pueblo que con mucha facilidad se deja llevar por la pasión, la vehemencia y la falta de ecuanimidad.

El nuevo rey se ha tomado en serio su propósito de regenerar la institución. Felipe VI ha dado pasos de gigante en el sentido que demanda la ciudadanía: más transparencia, código de conducta, reglamento de regalos… y las medidas que vendrán en el futuro. Pero hay una pregunta que sigue en el aire. ¿Bastarán todas ellas para garantizar el futuro de la monarquía? La respuesta no la tenemos pero lo único que se puede apuntar es que sólo si la Familia Real consigue ganarse la confianza de los españoles y que la mayoría de la población la vea como una institución útil, España podrá seguir siendo un Reino. Todo un reto.

* Carmen Enríquez es periodista y escritora. Ha sido corresponsal en la Casa Real de TVE desde 1990 hasta 2007 y ha escrito varios libros sobre la monarquía: 'Doña Sofía. La reina habla de su vida'. 'Los príncipes. Preparados para reinar', 'Tras los pasos del rey, que recoge experiencias y reflexiones sobre su trabajo de seguimiento de la familia real, y el más reciente, 'Felipe VI: la monarquía renovada' publicado este mismo año por Planeta.