Que sí, que todos somos conscientes de que las cookies son esas ‘cosas’ con las que cuentan los navegadores y sitios web que tenemos que aceptar sí o sí para seguir dando una vuelta por el ciberespacio.

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede cambiar la configuración u obtener más información aquí”. Cuántas veces has visto este mensaje y, lo más importante, nunca has clicado en ese ‘aquí’.

Sus intenciones y…

Si accediéramos a ese ‘aquí’ entonces sabríamos cuáles son las intenciones de las ‘galletas’. En concreto, te explica qué son, para qué sirven y cómo las utilizan las páginas que se valen de ellas y que te ‘obligan’ a aceptarlas para seguir navegando.

En nuestro país es la Agencia de Protección de Datos la que, en cierta medida, marca las líneas de regulación de estas cookies.

Hay que aclarar que no son algo nuevo. Aparecieron por vez primera hace ya 22 años. En 1994 fue creada por un empleado de Netscape Communications.

¿Qué son?

Muy bien pero al final para qué sirven. Los especialistas en la materia dicen que las cookies son pequeños archivos de texto ubicados en los directorios de un navegador. En teoría, su uso por parte de los desarrolladores va encaminado a ponerle las cosas más fáciles a los usuarios.

Grosso modo, cuando navegamos por una web concreta, ésta lanza su información al navegador que utilicemos y éste, a su vez, crea ese pequeño archivo de texto. De este modo cada vez que volvamos a esa página, entra en juego de nuevo la ‘galleta’ y, al mismo tiempo, desencadena un intercambio entre todo lo que interactúa en ese momento, es decir, la publicidad (anuncios) e, incluso, las herramientas de la propia web.

Un aspecto importante a tener en cuenta es que las cookies pueden ser temporales o permanentes.

Cuidado con los ‘piratas’

En contra de lo que muchos puedan pensar, sobre todo porque no aceptar el famoso mensaje supone no poder seguir con la navegación, las cookies no pueden ser relacionados con los virus.

Sin embargo, tampoco podemos fiarnos del todo, puesto que sí podrían ser ‘interceptadas’ para usarlas con fines mucho menos claros, en particular si tenemos en cuenta que el darnos una vuelta por una página concreto revela información sobre nosotros muy valiosa.

Además, también existe la posibilidad de que los ‘malos’ transformen esas cookies en una especie de programa espía, al fin y al cabo, la ‘información es poder’. La solución es disponer de un buen antivirus (y actualizado).