Cada vez son más las comunidades de vecinos que apuestan por el uso compartido de herramientas y electrodomésticos como medida de ahorro económico y energético. Algunas de estas costumbres resultan muy comunes en las ciudades del norte de Europa, donde resulta muy corriente por ejemplo que en el patio de entrada a la comunidad o en un rincón del aparcamiento comunitario se habilite un espacio común con varias lavadoras, secadoras y todo tipo de herramientas para su uso comunitario.

En nuestro país, algunos bloques de viviendas de reciente construcción destinan ya una sala a este tipo de usos. Los beneficios para los nuevos vecinos son inmediatos. En una escalera con 20 viviendas basta con ubicar cinco lavadoras y secadoras para atender la demanda de uso de los vecinos con una cuarta parte de la inversión en la compra.

Pero ese no es el aspecto más destacado desde el punto de vista ecológico ya que la optimización de uso energético y la centralización del consumo de detergentes favorecerá un menor gasto de recursos como el agua y la electricidad y evitará el exceso en el vertido de productos contaminantes.

Respecto a las herramientas de bricolaje, resulta mucho más eficaz adquirir un conjunto de piezas profesionales y ponerlas a disposición de la comunidad en lugar de que cada vecino monte su propio taller en casa. Porque a no ser que seamos unos forofos de la bricomanía, si analizamos cuantas veces hemos hecho uso de nuestra flamante taladradora caeremos en la cuenta de que su adquisición fue un auténtico despilfarro.

Otro aspecto a repensar para optimizar el consumo energético de la escalera es el alumbrado, que nunca debe ser general: es decir, que cuando el vecino de los bajos encienda la luz para entrar en su piso no se iluminen todas las plantas hasta el ático. Evitarlo es tan sencillo como ubicar un detector de presencia en la entrada y en cada planta para que los leds se activen conforme subimos a casa.

Otro de los gestos tan sencillos como eficaces para ayudar al medio ambiente es el relacionado con el consumo de papel. Cada vez son más los municipios que aprueban ordenanzas contra el buzoneo masivo de propaganda. Para evitar esta insostenible práctica comercial, y mientras no se prohíba por ley a nivel estatal, podemos colocar en el portal de la comunidad, de la escalera o de la propia vivienda un cartel con una frase al estilo “Publicidad, no gracias”.

Si la norma ha sido aprobada por nuestro ayuntamiento el responsable es la empresa anunciante, y la sanción el incumplimiento de la voluntad expresada en el cartel se penaliza con multas que pueden llegar a los 5.000 euros.

Existen muchos más gestos para practicar la ecología doméstica desde la escalera o la comunidad de vecinos, tantos como dicta el sentido común y la responsabilidad ambiental. Tan solo es cuestión de anotarlos y proponerlos en la próxima reunión de vecinos.