Disparan con fuego, supuestamente amigo [y no lo es], contra Pedro Sánchez, el gran malvado. El presidente de Aragón, Javier Lambán, por ejemplo. Un tipo más bien curioso. Salió muy bien librado de las elecciones autonómicas de 2015. El PSOE logró 18 escaños. Podemos se quedó con 14. Chunta Aragonesista, con 2 e Izquierda Unida, con 1. O sea que, gracias a todos esos apoyos rojos, llegó a la cúpula política aragonesa. Felicidades, sin duda alguna, Lambán.

Pues bien, resulta que este denominado barón ha estado marcando tendencia contra Pedro Sánchez. Lo ha puesto de vuelta y media siempre que ha tenido ocasión. Ahora, la propuesta estratégica de Sánchez, presentada el lunes en Madrid para ser enmendada por la militancia, es para el presidente de Aragón una versión “absolutamente roja y radicalizada como no habíamos conocido jamás.”

Mientras caían chuzos de punta sobre el equipo que acompaña a Pedro Sánchez, José Luis Rodríguez Zapatero, defensor de la presidenta de la Junta de Andalucía en las primarias del PSOE, intentaba en la desesperada Venezuela, que Nicolás Maduro entre por el camino del diálogo. Zapatero utiliza otras armas para la persuasión. No insulta, aunque no le guste que Pedro Sánchez recupere el cargo que perdió, sus argumentos no son demoledores. Fue un presidente cercano a la ciudadanía y un reformista imparable. De vocinglero, nada de nada.

Su caída sólo gustó a la derecha. De no haber estallado la crisis internacional, Zapatero habría avanzado mucho en sus objetivos hacia un socialismo positivo. Sus mayores, como el Felipe González de los buenos tiempos, y otros hacedores socialistas, consiguieron cambiar España. Sánchez comparte esos propósitos de renovación, intenta recuperar el rumbo hacia libertad, la igualdad y la solidaridad, pero lo hace en un contexto político y social muy diferente. Eso es todo.

Recuperar el camino fatalmente perdido y rehacer la unidad del PSOE son sus objetivos. Con todas sus limitaciones, Sánchez no merece ser tratado ni de chorizo, ni de vendido a los morados. Ganará o perderá la carrera, pero no es la versión roja y radical que el barón Lambán dibuja con brocha. Señor Lambán: Márchese a su casa. Y no diga más lo que decían los franquistas. O si lo prefiere, cante usted el Cara al sol.