Desde que René Descartes empezara a dudar hasta de la existencia de la señora madre que le trajo al mundo y llegase a la conclusión de “cogito, ergo sum”, (o “pienso, luego existo”, en la lengua de Bertín Osborne), el conocimiento se ha considerado la base del racionalismo moderno. Y el pensamiento y el raciocinio, también desde antes de Descartes, eran considerados virtudes a elogiar.

Pero en estas llegó Mariano Rajoy y sus seguidores para conseguir lo que ni siquiera logró Nietzche: echar por tierra los últimos cuatro siglos de la filosofía occidental. Porque los españoles hemos tenido a bien elegir como nuestro presidente a un señor que hace de la ignorancia un modo de vida.

De un presidente del Gobierno se pueden esperar algunas facetas, pero no son exigibles. Que sea tolerante, educado, sosegado, solidario, comprometido y empático. Pero oye, los americanos han elegido a Donald Trump como su líder y no vamos a llevarles la contraria a los vecinos de la primera potencia mundial.

Pero sí que se puede exigir que esté un poco al tanto del país que gobierna y de los asuntos que le implican. El polémico dictamen del Consejo de Estado que señala a la etapa de Federico Trillo en Defensa como responsable del Yak-42 se publicó en octubre de 2016. Pero no fue hasta el 3 enero de 2017 que absolutamente todo el país se enteró del asunto en cuestión. Todos menos Rajoy, al que la noticia le pilló trotando de vacaciones. Más allá de sudar, Rajoy no supo hacer ni decir nada cuando los periodistas le preguntaron por ello: “No lo he visto”.

Cuando unos días después, la persona que le designó con su dedo divino, José María Aznar, le puso a caer de un burro, al alimón con su otrora fiel escudero, Alberto Ruiz-Gallardón, Rajoy ni se inmutó: “Realmente es que no tiene ningún sentido que yo me dedique a comentar lo que dicen unos y otros, sobre todo sin haberlo escuchado”.

Siguiendo con Aznar, aunque hablando de la etapa en que eran amigos, en el verano de 2016 se conoció el informe Chilcot, que destapaba las maniobras y falacias para empezar la Guerra de Irak cuando Rajoy era vicepresidente del Gobierno. Preguntado al respecto, el actual presidente contestó: "Sobre el informe, no lo he leído. No he tenido tiempo. He visto algo. Ocurrió hace trece años". Y así hasta el infinito: Rajoy desconoce “absolutamente” si su partido ha borrado los discos duros de Bárcenas, Rajoy “desconoce” si Aznar participará en campaña, Rajoy no tiene muy claro qué dice la Constitución sobre las nacionalidades europeas…

Ya estamos acostumbrados a que Rajoy se haya empadronado en la inopia y que saque rédito político de ello. Pero otra cosa es que los demás tengamos que ser vecinos suyos, como ha pretendido Cospedal este lunes, aburriendo al personal con una parrafada sobre el dictamen del Yak-42. No vale sólo con pedir perdón a los familiares, que está muy bien. Pero nosotros, a diferencia de Rajoy, queremos saber.