A los católicos les llevó más de 1.500 años conseguir afinar el fenómeno de la transustanciación. Desde que tres de los evangelistas dejaran por escrito las instrucciones, hubieron de pasar 15 siglos, con el Concilio de Trento, hasta que se perfeccionara semejante espectáculo, porque convertir pan y vino en cuerpo y sangre de Cristo es un trampantojo que no está al alcance de cualquier concursante de Master Chef.

Sin embargo, en El País han conseguido un efecto similar en muy poco tiempo y sin necesidad de pasarse 20 años reunidos en una ciudad tirolesa. La primera prueba de cómo habían conseguido dominar este arte la dieron el día de la Hispanidad, para mayor gloria, cuando se conoció que Prisa había denunciado a El Confidencial por sus informaciones sobre Juan Luis Cebrián y sus vínculos con los papeles de Panamá.

La empresa que se llena la boca con la libertad de expresión denunció a la editora de este medio digital por competencia desleal y les pidió 8,2 millones de euros, para ir empezando y en espera de que publiquen más informaciones. Según el texto de la demanda, “los ataques a D. Juan Luis Cebrián lo son, en puridad, a Prisa y a todos los medios que edita (El País, y La SER de forma principal)". O, como resume El Confidencial, “la demanda parece sostener que su presidente y Prisa son, al final, la misma cosa”. O sea, transustanciación.

La segunda prueba de esta habilidad, la dio este miércoles El País, cuando informó de las protestas en la Universidad Autónoma contra la conferencia de Felipe González y Juan Luis Cebrián, que acabaron provocando la suspensión de la charla. En dicha noticia, sin venir mucho a cuento, se mencionaba que en las últimas semanas ambos ponentes “habían sido señalados por los líderes de Podemos, en especial por su secretario general Pablo Iglesias, como autores de supuestas presiones para entregar el Gobierno a Mariano Rajoy”. Es decir que, como los alborotadores hacían menciones a la “cal viva” y criticaban a quienes habían criticado los miembros de Podemos, sólo podía deducirse que los primeros también eran podemitas. O sea, transustanciación.

El tercer milagro en esta materia, y que ya puntúa extra para la canonización, ha llegado en el editorial de El País de este jueves, que más que un editorial parece una coctelera. Se mezcla un poco de Francisco Tomás y Valiente, dos pizcas de Miguel de Unamuno, medio cucharadita de La Pasionaria, un toque del 23F y se riega todo con apelaciones a ETA y ya tenemos el cóctel definitivo. Los escandalosos no sólo criticaban el GAL, sino que también “reivindicaban” a la banda terrorista por apelar a la reagrupación de presos etarras. Que por muy criticable que sea y por mucho que se parezcan ambas cosas, no son lo mismo, ni mucho menos. Al igual que si defiendes que Instituciones Penitenciarias vele por la integridad física de los violadores en las prisiones no te convierte en un violador. O sea, transustanciación.

Lo que queda por aclarar, siguiendo estos peligrosos silogismos, es en qué papel quedó Felipe González, hace unas semanas en la SER, cuando habló de los resultados electorales “en el País Vasco, a pesar de las cosas que hicimos… ta, pa, pa”. ¿Era aquello una crítica al GAL? ¿Eso también convierte al expresidente en un podemita? Pues vaya disgusto para Pablo Iglesias.