La primera conclusión que cabe sacar del recuento de avales es esta: Pedro está en disposición de ganar las primarias pues las cifras crean un clima favorable a su candidatura. En esta gran final a doble partido que son las primarias socialistas, los avales han sido el encuentro de ida, y su resultado, sin ser aritméticamente favorable a Sánchez, sí lo es política y militarmente ya que sube la moral de la tropa sanchista y desconcierta a las huestes susanistas. El partido de vuelta se les pone de cara a los de Pedro.

El resucitado

El muerto que tanto tiempo llevamos matando no se da por enterado de su muerte y confirma su inverosímil resurrección con esos más de 57.000 avales que lo sitúan a poco más de 5.000 de los obtenidos por Susana Díaz.

Eso sí, la andaluza no es de las que se dan por vencidas: ni aunque hubiera obtenido menos avales que Pedro arrojaría la toalla de la que pende no ya su futuro personal, sino el futuro electoral de su partido: si el PSOE pierde Andalucía, ay, si el PSOE pierde Andalucía…

Prácticamente todos los observadores daban por hecho que Susana Díaz iba a arrasar en el número de avales y que ello iba a situar su nombre como favorito en la carrera de estas encarnizadas primarias del Partido Socialista. Como ya ocurrió con el Brexit o con la victoria de Donald Trump, algo está pasando que muchos no estamos sabiendo ver.

Los muertos que vos matáis…

Con los parámetros políticos de toda la vida, Pedro Sánchez debería estar muerto: ha perdido dos veces de forma incontestable; ha dividido el partido en canal hasta extremos solo comparables con los de la Guerra Civil; tiene en contra a todo el estado mayor socialista; su trayectoria orgánica indica que el flamante izquierdismo que viene exhibiendo desde hace unos meses es impostado, o al menos instrumental; su santificación de las primarias vale para él pero no valió para Tomás Gómez; su negativa a permitir a un Gobierno del PP se debía a que si Rajoy entraba por la puerta de la Moncloa él salía por la ventana de Ferraz; su principal activo político es que sus enemigos lo mataron mal; su gran mérito consiste en haber sobrevivido a base de publicitar lo mal que lo mataron. Y sin embargo ahí está: pálido como un resucitado, pero fresco como una rosa.

Las brújulas de antaño

Las cosas han dejado de funcionar como venían haciéndolo toda la vida. Esta crisis económica que va ya para ¡diez años! no solo ha devastado vidas, empleos, haciendas y esperanzas, también ha destruido las brújulas de antaño. 

El recuento arroja, en todo caso, la imagen de un partido dramáticamente escindido cuya recomposición a partir del 22 de mayo se antoja o bien muy difícil si gana Susana Díaz o bien extremadamente difícil –si no imposible– si el vencedor es Pedro Sánchez. En esas circunstancias, ¿sería deseable una (más que improbable) fusión de las candidaturas de Susana y Patxi López? En el pasado lo habría sido; ahora nunca se sabe. En teoría sería mejor para ambos, pero estos tiempos están destruyendo todas las teorías.

La hermandad rota

El alineamiento con el ganador que se ha producido en otros casos no parece que vaya a tener lugar ahora. El ‘PSOE de la abstención’ y el ‘PSOE de las terceras elecciones’ parecen irreconciliables: una vez rota, la hermandad es una de las cosas más difíciles de recomponer en esta vida. Y en el PSOE la hermandad se ha roto, de lo cual sería hipócrita culpar únicamente a Pedro.

En Gran Bretaña y en Francia ganó el Pedro Sánchez de turno pero eso no ha salvado a laboristas ni socialistas de la debacle electoral, sino que más bien la ha acelerado. Y quizá no tanto por la identidad ideológica de Corbyn o Hamon como por que sus victorias orgánicas confirmaron una escisión interna que ya existía: de hecho, si hubieran ganado sus oponentes moderados Owen Smith o Manuel Valls, seguramente las cosas no les habrían ido electoralmente mucho mejor.

Los escombros de un sueño

Con la esperanzadora pero incierta excepción de Portugal, la socialdemocracia europea no sale de su estupor. Rota por dentro y herida por fuera. La que hizo de Europa lo que Europa ha sido para el mundo agoniza sepultada bajo los escombros de un Estado social que las nuevas generaciones creen que nos disfrutarán.

La resurrección de Pedro no salvará al PSOE de sí mismo, pero la victoria de Susana tampoco: demasiados puñales, demasiadas heridas, demasiados rencores. Demasiada impotencia la de las siglas socialistas para materializar los antiguos sueños de igualdad y prosperidad en un mundo que, de un día para otro, ha dejado de ser el de antaño.