Para el ciudadano medio de este país la reducción de los salarios ha constituido el efecto más notorio y devastador de la crisis que empezó en 2008. Lo de "apretarse el cinturón" pasó de ser una necesidad momentánea motivada por alguna circunstancia adversa a convertirse en norma, y quienes tenían la potestad de modificar los sueldos justificaron la tendencia descendente como una contribución de los asalariados a lo que parecía la única causa común del país: salir de la crisis.

Ocho años después, aquello de "trabajar más y cobrar menos" que pregonó en 2010 el entonces jefe de los empresarios, Gerardo Díaz-Ferrán, no sirve para el momento actual. Y no solo porque quién lo dijo no asumió correctamente el papel que le correspondía y  terminó en la cárcel por apropiarse de un dinero que no le pertenecía, como tantos otros durante esta época tan dura para la mayoría de los españoles. Lo más importante  es que ha llegado el momento de revertir aquella recomendación y reivindicar con fuerza el concepto de “trabajo decente” por el que aboga la Organización Internacional del Trabajo. Y estas son las razones: