A pocas fechas de la Diada, ni los más acérrimos soberanistas exhiben el rostro sonriente. Malos tiempos éstos, en los que ni la ANC consigue convencer a los suyos para que acudan a las cinco manifestaciones que han convocado. Es lo que tiene prometer y no dar.

“Será una Diada centrifugada”

Así se expresa la Asamblea Nacional Catalana. Las macro manifestaciones de otros años se han reconvertido, piadosamente, en cinco: Lleida, Berga, Salt, Tarragona y Barcelona. Bajo el lema “A punto. Adelante, República Catalana”, los convocantes aseguran, una Diada año más, que el año siguiente será el definitivo, que la independencia es un hecho y que solo faltan unos pocos metros.

El concepto que tengan de las distancias es más que discutible, porque llevan así desde hace al menos cinco años. El de las personas que participarán no debe irle a la zaga, porque en los boletines que diariamente envían a sus asociados se les urge a llegar al cupo de 200.000 personas. Vamos que no les hace caso ni el tato, que diría el clásico. Cabe añadir que, al lado de las soflamas patrióticas, te indican que puedes adquirir una hermosa camiseta que va junto al pack de la Diada (y van…) por un módico precio.

La realidad es que en la ANC muchos se sienten desengañados, cuando no traicionados. La misma organización reconoce en un tweet que quizás sí que llevan muchos años diciendo que ésta es la última Diada que Cataluña pasa bajo España, pero no hay que desfallecer. Ni siquiera el hecho de que Ada Colau y Xavier Doménech hayan manifestado su deseo de asistir ha conseguido avivar aquellos otrora fuegos retóricos con los que nos daban la brasa durante meses.

Todo ello obedece al letárgico estado de la política catalana. El gobierno presidido por Carles Puigdemont, formado por la coalición Junts pel Sí, no ha sido capaz de aprobar una sola ley en lo que lleva de legislatura, ni siquiera los presupuestos. Solamente resoluciones que son auténticos brindis al sol y que, además, el tribunal constitucional va anulando. Pero existe la realidad, el día a día, los pagos y los servicios que no se cumplen por la morosidad atroz de una Generalitat en default, que tiene que acudir cada mes al FLA y a Montoro para poder pagar nóminas.

Y como no solo de camisetas o soflamas patrióticas se vive, y las CUP son un pésimo aliado que se niega a aprobar los presupuestos si Puigdemont no va abiertamente hacia la secesión, tras la última jaimitada de Francesc Homs pidiendo a Pedro Sánchez que apruebe un referéndum a cambio de su apoyo en el congreso, parece ser que en Palau han empezado a darse cuenta de que solo les quedan dos opciones.

O los socialistas, o elecciones

Si hay algo que históricamente ha provocado sarpullidos en Convergencia es el PSC. Ser socialista en la Cataluña de Pujol equivalía a la muerte civil, a estar censurado, vetado, ninguneado, arrinconado e incluso insultado. Pero hete aquí, oh aciago destino, que a Puigdemont solo le quedan dos opciones, aparte de los cupaires, que ya se ha visto lo que dan de sí. Una sería convocar elecciones, habida cuenta que no tiene mayoría para aprobar unos presupuestos imprescindibles para desarrollar alguna acción de gobierno, aunque fuese la de comprar papeleras para los despachos. Pero él sabe que, no yendo con Esquerra, Convergencia pasaría a ser residual en el Parlament, en favor del partido de Junqueras o de formaciones como Catalunya Sí que es Pot con una Ada Colau más fuerte y valorada por los electores que nunca. Ojo con eso, que si la alcaldesa de Barcelona ha dicho que acude a la Diada no es porque sí. Quiere ganarse una parte del electorado convergente y de Esquerra. Incluso ha llegado a decir que no le importaría gobernar junto a las CUP.

¿Y si no convoca elecciones, porque el batacazo sería homérico? Pues le queda acudir a Miquel Iceta, a ése PSC tan denostado por sus predecesores, a ese socialismo al que Homs intentaba seducir el otro día en el debate de investidura de Rajoy, enseñando la pantorrilla nacionalista, que tanto éxito tuvo en el pasado. Lo que sucede es que los años no pasan en balde y ni la pierna es tan turgente como en los tiempos de Felipe y Duran ni anda el PSC para muchos experimentos, máxime cuando a Iceta parece que se le ha revuelto el patio con la alcaldesa de Santa Coloma, Nuria Parlón, que quiere disputarle el liderazgo.

Si CDC no se hubiera apropiado del movimiento independentista emanado de las consultas populares y encabezado por Reagrupament y Solidaritat, convirtiéndose de la noche a la mañana de defensores del pacto fiscal en abanderados de la secesión, las cosas podrían orientarse hacia la famosa sociovergencia. Pero en cinco años, solo en cinco años, Artur Mas ha dinamitado todo lo que de sólido había en la política catalana. Los nacionalistas de centro derecha están huérfanos de partido, de modelo, de líderes y hay quien maldice la hora en la que aplaudió a Mas como delfín del omnipotente Pujol.

Los puentes están rotos, como narra don Manuel Millán Mestre en un libro que, con ése mismo título, “Els ponts trencats”, es de lectura obligatoria para los que seguimos el devenir catalán. Se nota que el maestro sufre cuando lo lees. Nosotros también, don Manolo, nosotros también. De suflé a empanadilla. Casi nada lo del ojo, y lo tenía en la mano.