Que una negociación comience con una postura de máximos puede no dejar de ser una estrategia, pero de lo que no hay duda es que en el caso del PP las dificultades por las que está pasando no pillan por sorpresa y se han desaprovechado meses y meses para acercar posturas. Antes de las municipales y autonómicas de mayo de 2015, cuando ya se vislumbraba el puzle en el que se convertiría la política española con la irrupción de Podemos y Ciudadanos y el fin de las mayorías absolutas, los populares fiaron todo su discurso a la baza de “la lista más votada” e incluso amagaron con legislar para que así ocurriera y tener que ahorrarse aquello tan engorroso de las negociaciones con otras fuerzas políticas. Fue entonces cuando acuñaron eso de ‘los pactos de despacho’ como algo ajeno a la democracia, demonizando las negociaciones políticas. Toda una declaración de intenciones coherente con la exigencia ahora de que otras fuerzas deben permitir formar Gobierno a Mariano Rajoy con el único argumento de evitar la repetición de otra cita electoral.

Hasta ahora la postura de PSOE y Ciudadanos también está siendo contundente a la hora de no moverse del no y de la abstención respectivamente, pero no es menos cierto que voces de peso en el PP como el ministro de Justicia, Rafael Catalá, han dejado caer que no van aceptar enmiendas a la totalidad en sus propuestas y sí matices si llegan a gobernar. De momento ponen el foco en las cuestiones de contingencia presupuestaria -tan condicionadas por Europa y con tan poco margen real-, la unidad de España o la política antiterrorista, mientras manejan un documento de puntos de negociación que se proclama heredero del pacto PSOE-C’s en la anterior legislatura, un punto de partida genérico que supone de momento no comprometerse a ninguna cesión de calado respecto a su propio programa. El PP apela a los acuerdos entre grandes fuerzas que se han producido en otros puntos de Europa, pero estos no se han producido con compromisos cosméticos sino con cesiones contundentes por parte de los interesados. Ningún caso es igual y la aritmética del actual Parlamento español obliga a contorsiones para conseguir tanto apoyos de unos como abstenciones de otros, con negociaciones a varias bandas, pero esto es lo que hicieron otros líderes en situaciones también complicadas.