El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (d) conversa con el vicepresidente Oriol Junqueras (i) , durante la primera sesión de control al nuevo gobierno catalán que se celebró ayer en el Parlament de Cataluña. EFE



Ya lo dijo Jordi Pujol en su día: “Prefiero renunciar a todas las competencias que tiene la Generalitat antes que a TV3”. Sabía lo que se decía. Mientras que el flamante conseller de Sanidad, Toni Comín, ha tenido que tragarse sus declaraciones y salir diciendo que las listas de espera no pueden solucionarse sin 1.000 millones de euros, que ya vendrán con la independencia (quién lo ha visto, tan del PSC que era y quién lo ve ahora), la idílica pre república catalana se agita con debates más serios. ¿Cuáles? Saber quién acabará dirigiendo la todopoderosa TV3, la televisión autonómica que cuesta a todos los catalanes 307’9 millones de euros al año. Con una plantilla que supera de largo los 2.500 trabajadores es la televisión más cara, con más plantilla y más al servicio del gobierno de toda Europa. ¿Recortes? No en TV3. Los que mandan en el Palau de la Generalitat saben que es un poderoso instrumento de propaganda y ni locos dejarían escapar ése tesoro de sus manos, como si de un Golum cualquiera se tratase.

Artur Mas ya se gastó 1.819 millones de euros en los medios para hacer campaña de “su” proceso. Visto todo esto, no es extraño que la pugna entre Oriol Junqueras y Carles Puigdemont sea a muerte. Los de Esquerra ya impusieron durante la época del Tripartito su voluntad de amarrarse la tele pública, es un decir. El president Pasqual Maragall llegó a ofrecerle el cargo en aquellos turbulentos días al prestigioso periodista Joaquim María Puyal, que tuvo la honradez profesional y la gallardía personal de rechazar porque no quería injerencias de los políticos en su gestión. Esquerra se negó en redondo, claro. En esto poco o nada se diferencian de Convergencia.

A día de hoy, el baile de nombres para ocupar el despacho de encargado del Gobierno catalán en la sede de Sant Joan d’Espí, es tremendo. La propia portavoz del Gobierno, Neus Munté, ha tenido que salir al paso y decir que no van a pronunciarse acerca de “los nombres que circulan” por ahí.

En Catalunya Ràdio, Esquerra ya ha colocado a un hombre de su confianza, el periodista Saül Gordillo, impuesto ya en los tiempos del Tripartito por Esquerra para estar al frente de la Agencia Catalana de Noticias, íntimo amigo y excolaborador del actual president Puigdemont y persona fidelísima al proceso catalán.

Convergència apuesta fuerte por dos nombres como director de TV3: uno es el exdirector de La Vanguardia, José Antich, persona a favor del proceso y muy cercano al partido de Puigdemont, y la otra es Vicent Sanchís, ubicuo tertuliano en los medios catalanes y vinculadísimo con todo lo que sea CDC desde sus épocas como director del diario nacionalista Avui. Un más de lo mismo, pero corregido y aumentado.

Ante el clima de “aquí todo sigue igual”, equivalente al terrible “prensa y garrote vil”, que conduce a que buena parte de la profesión periodística catalana quede al margen de los espacios y debates de los medios audiovisuales públicos, el propio Colegio de Periodistas ha elevado una protesta – ya era hora -, el Comité de Empresa de TV3 ha hecho lo propio – también era hora –, sumándose el recién creado grupo de periodistas Pi i Margall, que reclama dignidad para este trabajo tan prostituido en Cataluña. Añadamos que ha nacido justo en el momento en que más falta hacía. En dicho grupo se encuentran compañeros con el prestigio de Sergio Fidalgo o Tomás Guasch, que no es moco de pavo.

Recordemos que tiene precedentes en el grupo Lledó, que lleva el nombre del querido maestro del periodismo Josep María Lledó, de tan grata memoria, integrado por profesionales progresistas. Estos intentaron hacer frente a organizaciones similares, tales como el convergente como el Gaziel o el próximo a Esquerra Barnils.

Si de todo esto saldrá o no algo nuevo, el tiempo lo dirá. Los modos son los mismos y los actores, también. Hay un poder que no quiere soltar lo que pertenece a todos los catalanes y una oposición que, ahora parece que sí, desea que cambien las cosas. A los que padecemos las listas negras desde los tiempos de Pujol padre, nos gustaría creer que los tiempos están cambiando, máxime cuando la Presidencia de la Comisión en el Parlamento catalán que se ocupa de estos asuntos ha recaído en manos del principal partido opositor catalán, Ciutadans.

Pero, como dijo el clásico, qui vivra, verra.