David Fernández, líder de las CUP, en el Parlamento catalán. Foto: CUP



Xabier Arzallus dijo de Herri Batasuna que eran unos chicos algo atolondrados. No criticó nunca su apoyo a ETA ni las conexiones entre ambas organizaciones. En el fondo, eran parte de la estrategia del PNV: decían lo que ellos no podían. En Catalunya el fenómeno terrorista local, con menos intensidad que el vasco, ha sido el de Terra Lliure. En círculos nacionalistas se ha presumido en no pocas ocasiones de que fue el mismo Jordi Pujol quién cortó de raíz a éstos émulos de ETA. Sin menoscabo de que, caso de ser así, tendría mérito, cabe preguntarse con qué autoridad lo hizo. Lo mismo que cuando Carod Rovira se reunió con etarras en Francia.

Las CUP ocupan ahora el espacio abertzale en la política catalana. Con su discurso incendiario, están en todas las pomadas que se organizan, véanse las ocupaciones ilegales como el caso de Can Víes, en el popular barrio de Sants de Barcelona, que tuvo el verano del año pasado unas repercusiones enormes. Dichos terrenos, destinados a ser un jardín público, padecen la ocupación de unos radicales. La vecindad estaba más que harta de conciertos sin permiso, el consumo de drogas y los ruidos.

Los Mossos, el propio gobierno municipal y la Generalitat fueron extremadamente tibios a la hora de proceder a ejecutar una sentencia que les obligaba a dejar expedito el solar para empezar las obras. Hoy decían que desocupaban y al día siguiente se contradecían. ¿Los resultados? A día de hoy, Can Vies sigue ocupado, los vecinos siguen padeciendo y la Generalitat no ha hecho nada. Las CUP se jactan de una victoria sobre el sistema. Un sistema del que, curiosamente, forman parte como concejales, alcaldes y parlamentarios.

La comisión Pujol, que no fue tal
Ante el escándalo que estalló Jordi Pujol Soley confesó que tenía dinero fuera de España sin declarar, ni Artur Mas podía permanecer impasible. Se creó, en contra de Convergencia, una comisión parlamentaria catalana para investigar… ¿a Pujol? No, a la corrupción en general. Se autodenominó “Comisión sobre el fraude, la evasión fiscal y las prácticas de corrupción política”. Solo faltaba añadir “…y de los grandes ferrocarriles europeos”. Se citó a todo tipo de personas, de Luis Bárcenas a Alicia Sánchez Camacho, de Ernesto Ekaizer a Carlos Jiménez Villarejo. También, claro, a los miembros de la familia Pujol. La presidía el parlamentario de las CUP David Fernández, procedente del Colectivo de Jóvenes Comunistas. El mismo diputado que amenazó a Rodrigo Rato con su sandalia en sede parlamentaria y le dijo que se verían en el infierno.

Dos aspectos importantes. El primero, Mas quería contribuir a crear humo que tapase la corrupción generada alrededor del clan Pujol Ferrusola con el típico “y tú más”. El segundo, la elección de Fernández. Toda su dureza contra Rato o cualquiera que no fuese nacionalista se evaporaba frente a los Pujol. Su actitud deferente fue motivo de escándalo. Es el Fernández que el día de la consulta ilegal, se abrazaba a Artur Mas públicamente, el Fernández que ha sido el principal instrumento para que dicha comisión acabe concluyendo que no se puede culpar a Pujol, el Fernández que éste pasado lunes echaba balones fuera en La Sexta, cuando Carme Chacón insistía en preguntarle si la CUP iba o no a apoyar la investidura de Mas.

El mismo Fernández de las CUP, que tienen un mensaje muy duro contra el Partido Socialista, el que en sus tiempos, fue chófer de Arnaldo Otegui cuando éste visitaba Catalunya. Son las CUP que tienen un concejal en Barcelona que lleva tatuada la palabra “Odio”, la que son amigos de Bildu y las que hacen desaparecer su visceralidad cuando se trata de atacar a Mas y a su proyecto.

Una izquierda radical hecha a la medida de Convergencia. Unos chicos atolondrados, que ya irán aprendiendo conforme se hagan mayores y se curtan en los despachos oficiales. Una izquierda para atraer a las clases trabajadoras, a los jóvenes, a los independentistas de buena fe. La izquierda radical que le conviene a Artur Mas, porque sabe que no constituye ninguna amenaza.

No es casual que Alfons López Tena, fundador de Solidaritat per la Independència y bestia negra de Convergencia, haya declarado recientemente que, asqueado, se retira de la vida pública. Y de Catalunya, añadió. Ojo.