La terrible tragedia del Tarajal en Ceuta, en la que 15 personas perdieron la vida, ha provocado tal impacto en la opinión pública, tanto por la crudeza de lo sucedido como por las formas en la que se ha explicado, que ha traspasado nuestras fronteras y ha llegado al corazón mismo de Europa, Bruselas.

Después de todo lo que hemos leído y escuchado, sobre el tema estas últimas semanas, cualquiera puede llegar a la conclusión que Europa no va bien; esta no es la Europa que nos inspiraba y nos ilusionaba.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos dice, en su artículo 13, que "toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir libremente su residencia en el territorio de un Estado"; a lo que se añade que "toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio y a regresar a su país".

Y es que inmigrar es un derecho de toda persona y no debería suponer un acto de valentía en el que te juegas la vida, literalmente, tal y como está pasando en estos días a las puertas de Europa, o como pasó hace unos meses en la isla italiana de Lampedusa.

Hace 15 años, los principios de igualdad de trato y no discriminación estaban en el centro del modelo social europeo; constituían la piedra angular de los derechos y los valores fundamentales en los que se basaba la Unión Europea. Y así se aprobaron Directivas innovadoras y valientes como fueron en su momento la Directiva de igualdad racial o la de igualdad en el empleo (2000).

Sin embargo, desde que la derecha tiene mayoría en todas las Instituciones Europeas, estos valores de respeto por los derechos humanos, de igualdad y solidaridad, se han ido desplazando paulatinamente y sustituyéndose por un individualismo conservador extremo que está siendo caldo de cultivo de un nuevo auge del racismo, la xenofobia y de la intolerancia y en definitiva, del antieuropeísmo.

La migración en sí no es un problema; es una fuente de riqueza económica y cultural para nuestra sociedad.

Según datos de la ONU, debido al envejecimiento de la población, entre el 2000 y el 2050, España necesitará 12 millones de inmigrantes para mantener su potencial de trabajo y que garanticen los sistemas de pensiones y beneficios sociales, lo cual representa una entrada en torno a 240.000 personas anuales.

Cualquier experiencia particular de intercambio y convivencia intercultural, y ha así ha sido en mi caso particular, es de un crecimiento personal, intelectual y cultural tan grande, que nos hace ver la vida con todo su esplendor de colores y aromas diferentes.

Sin embargo, a pesar de estos datos y de la necesidad real que tenemos en Europa para mantener el estado de bienestar, el estereotipo que identifica inmigrante con delincuente sigue extendiéndose peligrosamente por toda Europa. Y esto es el resultado de: por un lado, una política migratoria que gira exclusivamente en torno al control fronterizo, y en algunos casos por encima de los derechos de las personas migrantes y, por otro lado, de la ausencia de una estrategia clara y visible que combata el racismo y la xenofobia en Europa.

Ya en el año 2000, Federico Mayor Zaragoza, Director General de la UNESCO entre 1987 y 1999, planteaba con crudeza que la situación derivada del cierre de fronteras de las naciones industrializadas a causa del desempleo y del crecimiento de la intolerancia hacia los inmigrantes, agravaría  las tensiones y el número de clandestinos se multiplicaría.

Y ese es justo el punto en el que nos encontramos.

En los últimos tiempos, estamos siendo testigos de una normalización y deshumanización brutal por parte de Europa ante la entrada ilegal de inmigrantes, que está costando la vida a cientos de personas y que se centran, sólo y exclusivamente, en la seguridad, sin respeto alguno por los derechos humanos ni por nuestro ordenamiento jurídico comunitario en materia de inmigración y asilo (con devoluciones "en caliente" que impiden que estas personas puedan acogerse a estos derechos reconocidos internacionalmente) y olvidándose, por completo, de otras medidas tan necesarias como las buenas relaciones exteriores, la cooperación y la ayuda a los países de origen o la lucha contra las mafias.

Y como consecuencia de todo ello, la inmigración irregular crece, precisamente, de la mano de estas mafias a las que los inmigrantes entregan sus escasos ahorros para que les faciliten la entrada irregular en Europa y que son las que, en definitiva, se lucran de verdad de este sucio negocio.

Con lo sucedido en Ceuta, lamentablemente, estamos teniendo un claro ejemplo de lo expuesto: las diferentes autoridades de nuestro gobierno han ido diciendo una cosa y luego otra sin importarles lo más mínimo quedar en evidencia ni mostrar un atisbo de sensibilidad por las personas ahogadas; se han negado a abrir una comisión de investigación en el Congreso y cuando la Comisión Europea manifiesta su preocupación por la tragedia, de entrada, se indignan y luego, nuestro Ministro de Interior les pide 45 millones de euros como ayuda de emergencia para paliar la situación.

Pero ni una sola disculpa por las muertes y ni una sola propuesta para poner en marcha una estrategia integral de lucha contra la inmigración irregular.

El ministro Jorge Fernández Díaz, podía haber aprovechado su viaje a Bruselas para, además de pedir dinero, dar un golpe en la mesa del Consejo y decir basta y exigir un compromiso europeo para avanzar en una política común de inmigración, con el poder de influencia que podía darle el ser protagonista de una situación como la que se está viviendo en España y poder contar, además, con el apoyo de sus colegas (ya que no nos olvidemos, la derecha tiene la mayoría en Europa). Pero esto no sucedió...

Y esta, insisto, no es la Europa que queremos. Queremos una Europa gobernada por personas que se crean esto de verdad y que actúen, además de con inteligencia, con corazón.

Yo quiero una Europa solidaria, que respete los derechos humanos y luche contra la pobreza y la exclusión. Una Europa que ponga en marcha los recursos suficientes y los mecanismos necesarios para, a su vez, compartir responsabilidades en materia de inmigración y ayudar a los países de origen.

Y tú, ¿qué Europa quieres? El 25 de mayo, día de las elecciones europeas, tienes una oportunidad para decidir.

Izaskun Bernal Cerdeira es secretaria de la UE del PSOE de Ceuta